RPM: 10 años de At War With The Mystics de los Flaming Lips

April 21, 2016

flaming-lips-at-war-with-mystics

It’s a very dangerous thing to do exactly what you want:
10 años de At War With The Mystics de los Flaming Lips.

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Ha de ser bien raro ser Wayne Coyne. Raro-bien, pues. La cabeza de este hombre siempre va a mil. Impulsada por drogas o no, no importa. Rescatando sonidos del primer Pink Floyd, Captain Beefhart, Gong y de un montón de grupos de finales de los sesentas que seguro ni conocemos los que estamos acá abajo viéndolo flotar mientras saca sonidos impredecibles de toda la gente con la que se ha asociado a lo largo de 30 años. Siempre caminando en el borde entre la sanidad y la locura absoluta, aunque en los últimos años se ha movido más hacia lo segundo. Es por eso por lo que vale la pena rescatar a At War With The Mystics en su décimo aniversario.

El onceavo álbum de estudio de los Flaming Lips es, quizá, el último roce con la realidad que el frontman y su grupo tuvieron y tendrán. Aunque también es un poco resbaloso mencionar la palabra “realidad” cuando se habla de los originarios de Oklahoma.

At War With The Mystics es la mezcla perfecta y la conclusión ideal a lo comenzado con The Soft Bulletin (1999) y continuado en Yoshimi Battles The Pink Robots (2002). Los tres discos forman una trilogía no formal en la que conviven sonidos inclasificables y narraciones extraordinarias (aunque en éste que hoy nos ocupa es mucho menor), pero cohesionados por una banda sonando solidísima.

Si bien, líricamente, Mystics se alejó de sus predecesores para dar entrada a las preocupaciones políticas de Coyne (“The Yeah Yeah Yeah Song”, “The W.A.N.D.” o “Free Radicals”), lo abstracto sigue presente en la mayoría de las canciones como “My Cosmic Autumn Rebellion”, “It Overtakes Me” o “Vein Of Stars”. Es imposible hacer aterrizar a alguien como Wayne Coyne y el disco queda como testimonio de esto. Musicalmente, la banda se internó un poco más en terrenos más ambientales y de texturas, que es lo que terminarían de refinar en sus siguientes trabajos de estudio. Uno prácticamente puede sentir las nubes de humo flotando y verlas salir de las bocinas en cada una de las canciones.

Wayne Coyne, ese loco con la suficiente disciplina y paciencia para hacer discos que no te dejan indiferente pero qué te hacen preguntarte cómo suena lo que trae en la cabeza y si eso que escuchas es lo mismo que él escucha, y si no, a qué sonará.

Post escrito por: Ernesto Acosta

Post Relacionados