Post Mortem /// Leonard Cohen duerme bajo la colina dorada

November 11, 2016

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Foto Joel Saget/AFP/Getty

Leonard Cohen duerme bajo la colina dorada

Por Maza

Es de madrugada y comienzo a leer las noticias de que Leonard Cohen ha muerto. No es ninguna sorpresa, o más bien no es inexplicable. Cohen ya era mayor y su vida no fue un día de campo. Aun así, la noche es cerrada y algo parecido a la tristeza me inunda. Comienzo a mandar mensajes con caras tristes y a escuchar algunas de sus canciones aferrándome a su música una vez más. Buscando repuestas en su particular voz que susurra poesía. Y a pesar del frío de otoño, “Birds on a wire” hace del adiós algo cálido.

No sólo se va uno de más grandes poetas y letristas que han cruzado este infierno, se va un creador de belleza y una mente sincera entregada a la vida. Escritor antes que músico, publicó en su juventud libros casi perfectos, dejó Quebec por Nueva York, compuso himnos, se arruinó y volvió a la cima con giras que acabaron con su salud. Galardonado con el premio Príncipe de Asturias por su obra literaria (excelente e imprescindible), candidato al Nobel, incluso antes que Bob Dylan, es ya uno sobre el que diremos “tenía que haberlo ganado”. Pero como dijo un querido amigo: “Dylan ganó el Nobel pero Cohen tiene la música”. Sus notas ahora quedan como estrellas brillantes en una larga noche.

Es imposible rememorar su obra en unas líneas con los elogios necesarios, con el cariño que le tenemos desde el Songs Of Leonard Cohen hasta el Popular Problems. Todos los discos, incluso aquellos de esa época donde los arreglos apuntaban a su ocaso, contienen joyas emblemáticas. Puntas de lanzas que astillan cualquier corazón y atraviesan los cuerpos con la delicadeza del mar. Su obra es tan extensa como encantadora, 14 discos, una decena de libros de poesía, y dos novelas; con pocos lados oscuros, pocas caídas o reproches. Sus composiciones están ahí afuera tan vivas que podemos decir poco más de lo que hemos sentido; ¿cómo explicar el escalofrío que produce “Famous Blue Raincoat”¨? Cada una tenemos nuestro recuerdo, nuestros fragmentos de pasión con su voz de fondo o en primer plano; el baile a media noche, la tarde con lluvia y la desesperación; el accidente antes de su concierto. La primera canción que escuché de Cohen fue “The Future”; estaba en casa de un amigo de mi padre al que le pedí prestado el disco de portada del colibrí y las esposas, tal vez feo. Llegué a casa y lo puse tanto que en una semana lo degasté como si hubiera sido un año. Entonces tenía 12 años y aún recuerdo tan claro el momento en que esas primeras líneas (“Give me back my broken night / my mirrored room, my secret life/ it’s lonely here, / there’s no one left to torture”) me golpearon el estómago y mi vida cambió. Luego me decanté por el ruido y la furia, pero Cohen se me enganchó a los oídos como un tatuaje. Cientos de noches al final de la fiesta, después del dolor o después de la alegría puse sus discos a solas y con compañía. Una última copa acompañado de su tierna guitarra. Como si “Came So Far For Beauty“, “Chelsea Hotel #2” o “Avalanche” fueran un ritual de sensibilidad liberador que continua hasta la fecha. “Ponte al Cohen para que se vayan” dijimos tantas veces en la madrugada y la gente no se iba, guardaban silencio pero no se iban. Junto a todas las palabras y las notas, Cohen nos dio la ilusión que lo bello, la oscuridad y la nostalgia pueden estar en el mismo suspiro triste.

Incalculable es la influencia que deja su talento en músicos y escritoras. Cientos lo han reescrito, interpretado, llevado a la gloría. “Hallelujah” es de las canciones más versionadas (mi favorita es la del Omega de Enrique Morente). Pero más que una inspiración en la música, para muchas fue la puerta a todo un universo de sonidos, cantantes, bandas y poetas. Cohen fue el umbral al campo y a la montaña y ante eso no hay forma de que no marcase nuestra existencia. Hasta en sus últimos días mostró que cada gesto, por mínimo que sea, es un canto de amor; como la carta que le escribió a Marianne Ihlen musa de “So long Marianne”. Del mismo modo que Bowie, Cohen tuvo la visión de dejar un testamento sonoro admirable. You Want It Darker es de lo mejor que se ha escuchado este año, es una despedida virtuosa con un Folk crepuscular esplendoroso. Es un minúsculo canto para un caballero que camina al horizonte sin voltear la mirada; “Good night, good night, my fallen star”.

Para muchas podrá ser ridículo estar unido a una persona que estaba en un castillo, pero para mí Cohen fue una luz, como lo han sido poetas o cineastas, son parte de mi educación sentimental y es claro que no hay manera de decir adiós. Sé que muchas de ustedes estarán tan tristes como yo porque no tenemos manera de corresponderle por todo el albor que colocó donde muchas veces había sólo oscuridad. Por darnos la música cuando sólo estaba el silenció.

Post escrito por: Maza

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