I’ll set it off:
Fever To Tell de Yeah Yeah Yeahs
Por Ernesto Acosta Sandoval
A veces, lo único que necesitas es una guitarra, una batería, y una voz. También ayuda mucho tener toda la actitud del mundo. Y estar en el lugar correcto, en el momento exacto. Y si algo tenían los Yeah Yeah Yeahs para hacerla en grande principios del verano del 2003 era todo eso junto: una vocalista con reminiscencias a PJ Harvey y Siouxsie Sioux; un guitarrista sin miedo a experimentar con la distorsión, como Jimmy Page en su mejor momento; y un baterista que amarraba todo sin saltarse un compás. Los Strokes regresaron a Nueva York al mapa dos años antes, pero Karen O, Brian Chase y Nick Zinner, todos estudiantes de arte, le regresaron suciedad y peligro a la ahora sanitizada ciudad post septiembre 11. Y fue, como casi siempre sucede en estos casos, sin hacer malabares o sonar grandilocuentes.
Fever To Tell contiene once canciones. Sólo uno de los temas dura cinco minutos, los demás oscilan entre el minuto y medio y los tres minutos. Ese siempre será el truco. Mantenerlo simple. Y con muchísima actitud. Inyectarle a la audiencia un shot de adrenalina, la misma con la que empiezan canciones como “Date With The Night”, “Black Tongue” o “Cold Light”. Y luego acariciarlos con algo tan conmovedor y sensible como “Maps” y “Modern Romance”.
Los Yeah Yeah Yeahs supieron montar la ola a la que los metieron porque no tenían de otra. Encajaron a la perfección en el momento musical en el que los encasillaron, y pareció no importarles mucho, así que lo aprovecharon y lanzaron uno de los discos más potentes de esa primera camada de principios de la década. Fever To Tell son once ganchos al hígado, once golpes, uno tras otro, de pura electricidad y perfección Punk. A 15 años se sostiene y lo celebramos porque nunca deja de sonar honesto, ni comprometido. No es un disco que se da pretensiones que no tiene, ni la banda juega más allá de su liga, pero en esa liga son campeones mundiales durante treinta y siete minutos.
