Post Mortem /// Óscar Chávez (1935-2O2O)

May 1, 2020

Oscar Chávez

Fuente Reforma

La tierra no llora,
florece por el maestro

Por Maza @ideasdelmaza

La noticia de su ingreso al hospital corrió rápidamente, en todos los timelines las muestras de ánimos y afecto para el maestro no paraban. Sus canciones emergían como la suave lluvia que caía en la Ciudad de México. No creíamos que esto fuera acabar mal y hablar del maestro era más una forma de anhelo, un homenaje. Y recordé que Óscar Chávez decía que los homenajes le sonaban a epitafio.

Hablar de Óscar Chávez tiene un halo de pasado y entraña. No crecí en un casa melómana, pero si algunos viniles había, y que aún conservo, eran los suyos. Ayer a la hora de la comida puse Mariguana (1974) quizás para ser optimista, quizás como plegaria. Mientras hablábamos de cómo mi madre lo había visto varias veces en vivo y mi padre lo recordaba paseando por las calles nos enteremos de su partida. Comenzó a llover con un sol cabizbajo y empecé a recordar su nombre en mi vida.

Oscar Chávez llorona

Óscar Chávez para nuestra generación, alejada por décadas de la suya, es herencia colectiva; es eco de un pasado sin nosotros. Lo conocimos por las bondades de la historia. La primera imagen que recuerdo de su nombre es la portada de La llorona (1972). Supongo que el disco rondaba mi casa desde antes de que yo naciera. Tendría seis años y el impacto de esa portada negra con un papel granulado y el grabado de un esqueleto brillante blanco apoyado en un bastón y la contraportada el mismo esqueleto llorando un rojo intenso. Se me quedó tan dentro que cuando tuve razón ese disco fue de los primeros que recuerdo haber amado y su rotación es constante hasta el día de hoy. “Juanita” es un diálogo hermoso con las flores. Y la versión de “Llorona” es la más conmovedora que hay. Cuando las escuché por primera vez en directo me estremecí como ramita en el viento.

A mediados de los noventa vi Los Caifanes y esa figura intrépida que era El Estilos me dio un punto de fuga del imperio neoliberal que para mí era la ciudad de México. El retrato elegante que hacía de las calles, las noches, de las aventuras y del amor se volvió un anhelo evocado en “Fuera del mundo”. La lluvia de nuevo.

Su apoyo al Zapatismo lo trajo a mis oídos de nueva cuenta. Su indignación, como la de todos, me regreso a ese 16 éxitos con esa portada blanca y letras doradas genéricas en el que redescubrí piezas emblemáticas como “Por ti”, “La niña de Guatemala” o “A Salvador Allende” que fue una de mis más grandes lecciones de historia y educación política. Meses después, en los pasillos de la UNAM pintada de negro y rojo, su voz era parte de las horas. Amorosas, divertidas y horrorosisimas canciones de la calaca flaca (1986) fue el manual romántico y camino a una tradición mexicana oscura y llena de belleza. “Las flores del camposanto” me ha acompañado a todos los entierros.

En el cambio de milenio apareció Chiapas (2000), un disco lleno de compromiso, amor e ilusión. En épocas de desilusión, de tristeza por la derrota, su voz nos dio fuerza para seguir. Sus palabras desde abajo y para las montañas; para los encapuchados y para los caracoles nos enseñaron que estamos en un camino largo y lleno de flores, que nuestro apoyo también es la esperanza de todos. “Los paliacates” tiene un vigor y entereza que rememoran el pensar colectivo. El sur le agradecerá desde las estrellas.

El último recuerdo de Óscar Chávez es no poder verlo de nuevo en directo en sus últimas tres presentaciones; un recuerdo molesto por los tiempos laborales. Con la cierta madurez de la partida comencé a estudiar sus discos más “ilustrados” y así comenzó otra etapa de la admiración. Más institucional, más “observadora”; pero igual de asombrosa. En discos como Tropicanias (1983) Cantos ferrocarrileros (1995) descubrí un canto desde el pasado y contra el olvido. Quería verlo para comprobar todo eso que no había escuchado, lo profundo y el polvo. Sin embargo, ahora entiendo que es esa insistencia en la recuperación de la tradición, en grabar la memoria, en crear historia, es su forma de resistencia. El maestro Chávez fue un combatiente contra el olvido y el silencio; sus discos y sus palabras irán más allá de la nostalgia.

Post escrito por: Maza

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