RPM: 20 años del soundtrack de O Brother, Where Art Thou?

December 3, 2020

o brother where art thou

In this world I’m bound to ramble:
20 años del soundtrack de O Brother, Where Art Thou?

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Para su octava película, los hermanos Joel y Ethan Coen decidieron juntar dos conceptos que no podrían estar más separados de sí, tanto geográfica, como cultural y temporalmente. Pero es esa disímbola conjunción lo que logra hacer sobresalir a algo que podría haber sido un acompañamiento más y lo convirtió en uno de los mejores y clásicos soundtracks recientes. Por un lado, adaptaron y re-escribieron La Odisea de Homero y la pusieron en el contexto de la Gran Depresión, a mediados de los años treinta en el Sur Profundo norteamericano, con todo el sentido del humor que para ese momento ya tenían patentado y probado con Barton Fink, The Big Lebowski, o Fargo. Por el otro, y aunado a eso, hicieron un rescate de grabaciones y canciones de la época para musicalizar su historia. Pero la idea siempre fue que ninguna de las dos cosas (música e historia) estuviera por encima de la otra. Es decir, que las canciones no fueran un mero acompañamiento o el sonido de fondo de las imágenes. Sin llegar a ser un musical, en O Brother, Where Art Thou? la música es un componente narrativo integrado al desarrollo de los personajes o los diálogos que estos profesan.



Los Coen le asignaron la labor a T-Bone Burnett, guitarrista, productor y experto en música estadounidense con un grado casi académico, de sacar del olvido cosas como “Big Rock Candy Mountain” de Harry McClintock de 1928, o la grabación de James Carter & The Prisoners de “Po’ Lazarus” directamente hecha in situ con un grupo de convictos en los años 30s. Burnett también armó un grupo de ensueño de artistas Country, Bluegrass, Folk y Góspel, con las voces de Alison Kraus, Gillian Welch, Emmylou Harris, Ralph Stanley y Chris Thomas King (quien, además, aparece en la película como una versión ficticia de Robert Johnson, el guitarrista que le vendió su alma al diablo para volverse el mejor del mundo) para reinterpretar clásicos del repertorio norteamericano de la época como “You Are My Sunshine”, “Down To The River To Pray”, “O Death”, “Didn’t Leave Nobody But The Baby”, y, por supuesto, “Man Of Constant Sorrow”, que ha sido grabada por todo mundo, desde Bob Dylan, pasando por Johnny Cash, hasta Ginger Baker de Cream. El resultado fue sorpresivo para propios y extraños. El álbum se estacionó cómodamente en el #1 de Billboard y pasó veinte semanas yendo y viniendo en las listas. Apareció en varios conteos de lo mejor del año en publicaciones tan disímbolas como aquellas especializadas en Country y la Radio Nacional Pública de Estados Unidos. Ganó el Grammy a Álbum del Año. Precipitó un revival y una re-apreciación por la música tradicional del sur de Estados Unidos. Se hicieron giras con los artistas para interpretar la mayoría del contenido.

No deja de ser llamativo que canciones que hablan de redención, muerte, temor divino, salvación y condena hayan logrado volverse a colocar de esa manera en el panorama, considerando el estado del country en aquellos años. También es llamativo lo presente del mensaje que, tanto soundtrack como O Brother, Where Art Thou?, arrojan en cuestión de sátira política y racial. La música, al final, es lo único que importa, parecen decir los Coen. Mientras tengamos eso a lo que aferrarnos, llegaremos a buen término.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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