
Foto Sadi @sadisky

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Una noche épica con la Jefa de la Triple 4
Por Luis Arce @lsfarce
Cuando no se ha escuchado suficiente música se piensa, de forma quizá inocente, quizá demasiado estricta, que un artista no puede serlo sin tener el mínimo de habilidades vocales, físicas e intelectuales que se requiere para llevar a cabo un proyecto artístico. Esto es una tesis que por cualquier lado puede verse rebasada y deberíamos comenzar por aceptar que dichas condiciones son en muchos casos innecesarias y sucumben ante una más poderosa y genuina: la autenticidad. Por eso es que hay artistas que se sienten auténticos y propositivos aún si abusan del autotune o músicos de cuarto que no llevan consigo más que una descarnada honestidad.
Emjay no es bajo ninguna circunstancia la mejor sobre el escenario, pero, si se analiza lo que hace allá arriba, incluso con la inocencia que supone un artista con apenas unos años de carrera, también podríamos decir que nadie podría estar arriba del escenario como lo hace ella. Es la mejor y la peor al mismo tiempo. Algo que sólo es digno de artistas que asoman la cabeza fuera del agua movidos por una sinceridad apabullante. En Foro Puebla, Emjay invita a sus amigos al escenario, comete errores en la coreografía, se queda sin aire, abraza a una de sus invitadas interrumpiendo el flujo de la canción y llora todo el tiempo, es genial. Pero todo eso no puede ser leído como un error llano y congestionado del deber ser del artista, son más bien los errores de alguien que ama en última instancia la emoción y la fuerza que la expresa.
En este sentido, es entendible que el comienzo de su gira MEVL (Me estoy volviendo loca, para más señas) haya sido del todo un éxito. Incluso más allá de las canciones virales, los creadores de contenido y una parte del público que se emociona únicamente cuando la artista hace un cover a “Toxic” de Britney Spears, Emjay sabe proponer un espectáculo de forma tremenda, porque se desenvuelve allá arriba como una verdadera, en sus palabras, boss: alguien que no teme usar el sonido y la música para encontrar más sobre sí misma y de paso revelarle también algunos secretos a quiene la escuchan. Charli XCX –que es de los referentes inmediatos que vienen la mente cuando pensamos en la cantante mexicana– dijo alguna vez que la música no era del todo importante, que lo importante era el arte. Con esto no quería decir que la técnica no fuese primordial sino que la música consigue una profundidad mucho más rica cuando lleva consigo el toque del artista, es verdad: muchas veces es preferible escuchar un artista técnicamente malo, pero con algo que decir, que atender al virtuoso supremo que no tiene otra cosa excepto su ejecución prístina. Emjay es de los primeros y por eso su uso del lenguaje, su dinamismo en el escenario y su amor a la expresión sincera resultan tan sorprendentes.
Aunque en vivo algunos de los tracks pierden ese efecto tan imaginativo que tienen en el disco, el resultado no deja de ser convincente. Algunos highlights: la intensidad de “Wanna Touch It”, la cadencia casi perfecta entre audiencia y artista en “Música para gays”, el afilado arranque con “I’M A SLUT”, la energía aplastante de “Boss” y claro, las lágrimas que vienen después de “Leyenda”. Si bien la mexicana aún tiene largo camino por recorrer, su imaginación, su talento y su potencia parecen ya imparables, lleva consigo el signo de esos artistas que son capaces de hacer brillar todo lo que no rompen y en este sentido, si MEVL fue el arranque de algo que esperemos abra pista para lo estelar, lo poderoso y lo auténtico, –lo boss, digamos de una vez–, que buena falta le hace a nuestra escena.