
Foto Sadi @sadisky

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Maldita Vecindad:
35 años de circo, barrio y resistencia
Sadi @sadisky
Una noche más, un concierto más. Muchos dirán “ya chole con la Maldita Vecindad”, pero no. Esta vez no. Porque celebrar 35 años de trayectoria no es cualquier cosa. Tres décadas y media de música, de barrio, de lucha y de identidad. Y así, miles de chavorrucos y no tan chavorrucos se dieron cita en el Velódromo Olímpico de la Ciudad de México para rendir homenaje a una de las bandas más emblemáticas del Rock mexicano. La Maldita Vecindad no solo celebró años, sino historia. Con un show ecléctico, emotivo y profundamente simbólico, nos regalaron un viaje sonoro y visual que sirvió tanto para bailar como para reflexionar. Roco Pachukote lo dijo claro desde el escenario: los círculos del slam son círculos de paz y baile. Y aunque el tiempo haya pasado, la esencia permanece.
Aquel México de los 90s, donde no había celulares en alto y el slam era pura energía compartida, volvió por unas horas. La música de La Maldita Vecindad esa que nació en el barrio y para el barrio sigue siendo un reflejo de nuestra realidad social. Una realidad que, tristemente, no ha cambiado tanto. La banda sigue proclamando los mismos mensajes que hace 35 años, no porque se hayan estancado, sino porque seguimos enfrentando las mismas injusticias. El ritual con el que inició el show fue un momento poderoso: una invocación a nuestras raíces, a nuestras deidades, a los que ya no están. Un llamado al universo para liberar malas vibras… irónicamente interrumpido por los mismos fans que olvidan el respeto básico en un concierto. Porque sí, siempre hay quien se empuja, grita, o quiere pasar por encima de todo. Un recordatorio de que no todos entienden el espíritu de comunidad que estas bandas representan. Así que, si eres de esos, o el típico “mala copa”, por favor: sé tolerante. Hay quienes estamos ahí vivir y disfrutar sin violencia ni gritos innecesarios.
Pero incluso esos pequeños roces no opacaron la magia. Desde los primeros acordes de “Bailando”, “5to Patio Ska” y “Ya Lo Pasado”, el ambiente se encendió. El público, aunque por momentos parecía apagado, no tardó en contagiarse del fuego que brotaba —literalmente— del escenario. Pirotecnia, luces, y la energía inconfundible de una banda que no necesita presentación. Canciones como “Don Palabras”, “El Tieso y La Negra” y “Música de Guerra” elevaron los ánimos, justo antes de una pausa que Roco aprovechó para bromear sobre “salir por unas papitas”.
La segunda parte del show fue aún más potente. Bailarines con trajes típicos, calaveras gigantes, pachucos danzando Ska y Cumbia… un carnaval que nos recordó por qué esta banda es un ícono cultural. Cuando sonó “Un Gran Circo”, supimos que el final estaba cerca. Y aún así, las emociones no disminuyeron. “Poco de Sangre” y el infaltable “Pachuco” hicieron vibrar cada rincón del velódromo. Pero el momento más épico llegó con “Kumbala”, esa joya que parece detener el tiempo y que nos devuelve, por unos minutos, a nuestra adolescencia, a la pista, al barrio.
Finalmente, “Calavera Baile” y “Querida” cerraron la noche con elegancia. Un cierre digno, emotivo y poderoso. Larga vida a La Maldita Vecindad. Que su música siga retumbando en cada callejón, en cada barrio, y en cada corazón que sigue creyendo en el poder de la música como resistencia, memoria y celebración.