
Cortesía Lulú Urdapilleta (OCESA)

Cortesía Lulú Urdapilleta (OCESA)

Cortesía Lulú Urdapilleta (OCESA)

Cortesía Lulú Urdapilleta (OCESA)
Sigur Rós @ Auditorio Nacional:
Nuevamente da un concierto espectacular
Por moonman
Hace ocho años Sigur Rós estuvo en el Auditorio Nacional y sin temor a equivocarme, ha sido uno de los mejores que he visto en este recinto. Desde entonces los he visto en festivales y en el Metropolitan, así que volver a verlos aquí me causaba una especial alegría e incertidumbre: ¿Cómo podría superar esa gran experiencia? ¿Sería mejor?
Varios de ustedes seguramente tienen una canción de Sigur Rós en su playlist para su funeral, y no es de menos, ya que son de las pocas agrupaciones que no temen a la intensidad emocional, esa que traspasa todas y cada una de las capas de la armadura social que nos construimos para llegar al tuétano del alma y encontrar un gozo tan extraño al combinar un éxtasis y una nostalgia, como la que podría ser dejar este mundo terrenal.
Ahora bien, imaginen su música pero ahora acompañada de una orquesta de 41 músicos que supieron muy bien matizar cada uno de esos instantes y momentos que han solidificado la carrera de Sigur Rós: cuerdas, vientos y percusiones al servicio de lo que Jónsi y compañía han querido dejar como legado en el mundo: desde su último disco ÁTTA representado por los temas “8“, “Blóðberg“, “Skel” y “Ylur” que seguramente desde su concepción ya estaba la idea de que encontrarían un terreno aún más fértil con la orquesta. Me llamó mucho la atención como entre el coro de cuerdas destacaba la guitarra de Jónsi, como proclamando ser la excepción o el caos dentro de una perfecta armonía.
El público parecía silencioso y respetuoso, pero la emoción se desbordó en varios momentos (especialmente en la segunda parte) con aullidos ocasionales, como pequeños volcanes en erupción de fans eufóricos. Y es que el segundo acto fue más de reconocimiento al comenzar con piezas clásicas de ( ) como “Untitled #1 – Vaka“, “Untitled #3 – Samskeyti” y “Untitled #5 – Álafoss” que seguramente para muchos fueron las cartas de presentación de la banda.
El final simplemente fue majestuoso cuando se hicieron acompañar de un coro que nos llevó al borde de las lágrimas con “Ára bátur“, “Hoppípolla” y “Avalon“. Habrá que preguntarle al director de orquesta Robert Ames si en México encontró uno de sus mejores de ensambles, ya que al final del concierto se notaba en cada uno de los 41 músicos , la banda y él una cara de satisfacción de que hicieron un magnífico trabajo, y así fue.
Este concierto fue magnífico por su propia naturaleza, el otro que vi, fue también bellísimo, pero porque fue intenso por el volumen e interpretación más orientada a lo eléctrico. Así que fue ver dos caras muy distintas de la misma moneda.



