Por Marta Pallarès /// Fotos: Cortesía Lollapalooza 2013
Jornada II: El día de las barbas extraordinarias
Descorrimos las cortinas en la segunda jornada con miedo a que el cielo cayera sobre nuestras cabezas; pero amaneció radiante sobre la ciudad de Illinois a la que le cantó Sufjan Stevens. “All things go”, con puntualidad británica trasladada de este lado de océano; y es que si algo tendría que subir al podio del Lollapalooza es su organización. Escenarios impecablemente coordinados entre ellos (aunque podríamos objetar que el modesto The Grove puede verse empequeñecido cuando sus actuaciones coinciden con el cercano y más potente Petrillo), personal amigable, un aforo más que cómodo y barras por doquier. También anotamos en la lista de pros algunos detalles que nos hicieron la vida un poco más agradable, desde puntos donde cargar el celular a rellenadores de botellas de agua, pasando por stands con proyectos sobre sostenibilidad y reciclaje. Música sí, consciencia ecológica también.
La jornada empezó pronto y bajo el signo del sol; nos llegaban noticias de la suspensión de Death Grips, según las malas lenguas soltadas en Twitter porque tras su no comparecencia la noche anterior en un after show algunos fans agraviados la emprendieron contra su equipo. Suerte hay que el siempre atento Perry Farrell, tan dispuesto a la coordinación como a subirse al escenario de los pequeños “Kidza”, salió a deshacer el entuerto acompañando a unos Bad Things que llenaron ese slot. Estuvo Baauer intentando demostrar que es más que un one Harlem Shake wonder; Foals le dieron al beat y un segundo después de cerrar su show, Kendrick Lamar llenaba el escenario situado inmediatamente delante; y los Mumford & Sons fueron la banda más multitudinaria de la jornada, probando que en los Estados Unidos el folk de raíces y el country seguirán gozando de larga vida una buena temporada. Y es que lo que realmente triunfó en esta segunda jornada junto al lago fueron los señores barbudos: ya fueran de tres días como largas y hurañas, pelirrojas o oscurísimas, tuvimos una representación de frondosos frontmen de excepción. Ellos protagonizaron nuestro top:
Local Natives
El día acompañaba y sobre un terreno ya más parecido a algo sólido sobre lo que poner los pies que a una zona de arenas movedizas, había ganas de groove desde primera hora de la tarde. Tuvimos suerte, pues, que los artífices de Hummingbird estuvieran por allí. Seguramente no van a salvar nuestra alma, pero con sus guitarras con una cierta épica tanto a Arcade Fire como a The National (que no en vano les ha producido el disco el guitarrista de dicha banda, Aaron Dessner), sus melodías pegadizas y un par de hits suficientemente coreables se nos pusieron en el bolsillo. Tienen ritmos infecciosos, van sobrados de actitud y la banda se siente de lo más compacta; ¿qué más pedirle a las cuatro de la tarde de un calurosísimo día de agosto?
The Postal Service
Seguramente el debate entre si uno es de Death Cab For Cutie o de The Postal Service sea estéril. En nuestros corazoncitos hay espacio para todos los Ben Gibbard posibles, como en el suyo también parece haberlo para todos los universos. ¿Y es que quién no quiere enamorarse después de asistir a un show como éste? Diez años hace que se publicó Give Up y a nosotros nos sigue sonando fresco, y es que el dúo formado por Gibbard y Jenny Lewis funciona a la perfección tanto en lo musical como en lo meramente escénico. Su show combina los interludios de baja intensidad cono los beats de alto voltaje, siempre con la cualidad tonal única de su líder como patrón de viaje. Los cuatro marineros (Gibbard, Lewis, Jimmy Tamborello y Jen Wood) siguen remando a una, cada cual desde su podio escénico rodeado de leds y melodías que ya forman parte de la educación sentimental de muchos: quizá ellos se despidieran cantando que “Everything will change”, pero por una vez a nosotros nos hizo muy felices saber que alguien nos miente. Algunas cosas, afortunadamente, no cambian.
The National
Ellos sabían que tras High Violet nada sería igual. Pero quizá no esperaban que todo fuera tan distinto. Las expectativas para Trouble Will Find Me rozaban la altura de los rascacielos que marcan el paisaje admirable desde Lollapalooza, y no eran menores para sus presentaciones en directo. Afortunadamente Matt Berninger sobra de clase para defender en directo la aparente austeridad de un disco tramposo en su sencillez; de clase, pero también de rush cuando es necesario. Porque en un concierto que se acompañó de unos arreglos de vientos con sabor a este y de guitarras considerablemente oscuras, el líder de la formación encontró peculiar gusto en darse baños de masas; y sin miedo a quedarse corto, se adentró varios metros en la marea del público y en diversas ocasiones. “Bloodbuzz Ohio” sigue sonando intensa y tristemente conmovedora, el riff de “Trouble Will Find Me” pincha y rasga en directo, y la sinceridad de “I Need My Girl” se torna algo extrañamente íntimo en un escenario de tan brutales dimensiones. Esperar algo con ganas es un arma de doble filo que, afortunadamente, no siempre se vuelve en contra ni del que la blande ni del que recibe la estocada.
Y el premio “Banda a seguir” del sábado es para… Pujol. Los apadrinó Jack White publicándoles diversos singles en su Third Man Records, y cargan con la insolencia de la juventud. Entre el pop y el punk, sus guitarras de eco surf y sonrisa garajera son contagiosas.






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