Spiritualized
Sweet Heart, Sweet Light
8.9
Fat Possum
Por Luis Arce (@lsfarce)
Aún así no podría escribir un diagnostico preciso. Podría ignorar la presencia de un hombre maltrecho detrás de cada estrofa, el sabor gospel de los coros que lo acompañan reiteradamente, o las letras traducidas casi por azar desde las emociones hasta lugares sencillos como el corazón, la luz, o el amor. Pero ello tampoco aportaría nada.
Jason Pierce es un despojo extraordinario de la vida. Los años de abusos y congestión alcohólica quedaron atrás, y aquellos fascinantes momentos de variable lucidez descritos en “I Think I’m in Love” han sido sustituidos por un estricto régimen de medicamentos. Este hombre, en particular, está atravesado más que por enfermedades pulmonares o del hígado, por desencantados fenómenos celestiales. No me sorprendería leer dentro de veinte años un texto respecto a Spiritualized y descubrir que Jason Pierce está convertido en un mito. Quizás sea demasiado pronto, o demasiado tarde para apostar en ello. Pero ahora puedo asegurar que su legado es una marca indeleble en la música popular de los últimos treinta años.
Al haber cortado cada vínculo con la grandilocuencia de producciones anteriores, el estilo de Pierce decantó en un amor latente por hallar las coordenadas adecuadas de su persona. Hay algo que se llena como las huellas en la nieve. Algo más que promete el encuentro con cierta persona –entre risas. Y aún algo más: la oportunidad de alejarse del alcance de todo daño. Resumido, en este disco puede apreciarse algo muy bello: la transparencia de la plenitud humana. No es que Pierce haya descubierto una nueva teología, o su vida lo haya convertido en una especie de santo. La realidad es más clara: introspección, reconocimiento, un afortunado marchitarse.
He contemplado con incertidumbre la portada del álbum. Todo está en su lugar, incluso el desconocimiento. El contemplativo, quizás desentendido “Huh?” refiere al estado mental que atravesaba Pierce al encontrarse sedado por una cantidad ridícula de medicamentos. Trabajaba en el álbum, pero el resultado de sus observaciones era básicamente esta dicotomía: todo estaban bien mientras todo se encontrara en suspenso, pero mientras todo se encontrara en suspenso nada marcharía bien. Pierce mismo no estaba al tanto de lo que sucedía dentro de este álbum. Sólo exponía su debilidad dentro de él.
Seguro, este es un retrato sumamente peculiar de la fragilidad, y sin embargo, es una declaración de alegría y fortaleza que ningún otro artista contemporáneo hubiera acompañado de la forma en la que Pierce lo hizo aquí. Apenas un minuto dentro del álbum y ya descubrimos un paisaje emocional suturado por los impasibles acordes del comienzo de “Hey Jane”; el regreso desde entonces es una imposibilidad: cuerdas, coros, ritmos, todo se acumula a la largo de ocho minutos en un canto por demás sublime: “Sweet heart/sweet light/sweet heart/love of my life”. Eso podría traducir cada aspecto del álbum.
Por supuesto el dolor es algo sumamente musical, pero también es un fenómeno cuya apariencia puede ser disimulada en las palabras. Hay aspectos tan arraigados en las letras que acompañan cada pieza de Spiritualized, que es imposible evadirlos, aún cuando estos suenen tontos, poco profundos y hasta carentes de significado. Maravillan porque Pierce ha revitalizado esos lugares sencillos con la irrevocable ambición de la humanidad que respira en ellos.
Respirar, creer, seguir adelante son lugares comunes de nuestra cultura. Después de tanto tiempo, uno quisiera preguntarse si acaso funcionan realmente. Pero ello no hace falta, estos lugares existen no en la medida de su reiteración, existen en la medida de su significado; son pequeños, son ridículos y hasta molestos, justo como las personas. “Too Late” o “Freedom” son canciones que no tratan temas novedosos, pero cuyo significado trasciende fácilmente el tema con el cual trabajan: en ellas reside el guiño de una felicidad o una tristeza, que aunque debiera ser artificial, se torna real mientras el disco sigue girando.
Al final podemos escuchar a Jason Pierce acompañado de su hija, casi realizando un ejercicio teatral durante el acto tres de la tercera escena. Es una despedida. Enseguida sabemos que si existe una luz en la música, posiblemente no se apague nunca. Se trata, con suerte, de la misma luz en la que Jason Pierce depositó su confianza durante su convalecencia.
En el mundo ya son pocos los casos de humanidad genuina, más aún, de música genuina; pero Sweet Heart, Sweet Light, ha demostrado, que aún el amor, dentro de todas sus dificultades, funciona. Habría que escucharlo únicamente por ello.
Video: Spiritualized /// Hey Jane
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