RPM: 20 años del disco homónimo de Portishead

September 28, 2017

It’s just a dream:
20 años de Portishead

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Geoff Barrow ha dicho que él sólo hace los discos que como amante de la música le gustaría tener en su colección. También ha dicho recientemente que su proyecto principal no es Portishead, sino Beak>. Lo segundo es entendible si vemos que la discografía de la banda sólo tiene tres álbumes en 23 años de carrera, el tercero con un lapso de 11 años respecto al anterior, y desde entonces no ha habido nada. Lo primero es aplaudible y se relaciona con lo segundo, si tomamos en cuenta que estamos ante una banda con una carrera impecable. Portishead es de los pocos grupos cuya discografía es esencial para cualquier persona con una colección decente. Al menos para mí, sus tres álbumes de estudio y su disco en vivo son piedras angulares en el mueble donde tengo mis LPs.

Luego de definir un género en 1994 con un debut aplastante, Barrow, Adrian Utley y Beth Gibbons se dieron a la tarea casi imposible de superarlo, o al menos, igualarlo. Desde el momento en el que la aguja cae sobre el primer surco y comienza el agudo piano de “Cowboys” queda claro que la cosa se va a ir por otro lado, sin perder la perspectiva previa. En una primera escucha, sin embargo, las similitudes con Dummy saltan al oído. Pero no. Portishead es el hermano oscuro, opresivo, aterrador y neurótico de aquel debut. Usando la misma técnica de grabar ellos mismos canciones viejas para luego samplearlas (o incluso crearlas como en el caso de “Western Eyes”), aquí Utley y Barrow logran llegar a profundidades abismales gracias a la fuerza que le dan al bajo (como en “All Mine” u “Over”) y al lugar protagonista que siempre tuvo la voz sepulcral pero acariciante de Gibbons (como en “Only You” o “Elysium”). Portishead, en este segundo álbum, parece seguir haciendo el soundtrack para una inexistente película noir, aun más violenta, espeluznante e inquietante que el que hicieron antes (ese uso del theremin en “Humming” le pone a cualquiera los pelos de punta). No que sea mejor, sólo está potenciado.

La aguja llega al surco final, luego de los últimos compases de “Western Eyes”, y regresa a su posición original. El silencio impera de nuevo. Uno toma el LP, lo guarda en su empaque, lo pone de vuelta en la repisa y mira la hilera de discos. El orgullo de ser el poseedor de tal belleza tan inquietante.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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