Foto Jaime Fernández @jaimefphoto
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Por Diego Álvarez Rex
Algo que Michael League, bajista y fundador de Skarky Puppy ha dicho una y otra vez hasta el cansancio, es que el colectivo no es un ensamble de Jazz ni la música que componen está siquiera cerca del género, y si el pasado jueves había aún duda al respecto, el concierto que dio la banda para cerrar su gira por América Latina fue precisamente un ejemplo de cómo es más un grupo de música instrumental fusión cuyo poder está más cementado en el Rock que en cualquier otro estilo.
El grupo texano es toda una sensación en nuestro país desde hace varios años, incrementando seguidores concierto tras concierto, y en esta ocasión llegaron por primera vez al escenario del Auditorio BB, tras agotar las entradas del Lunario y el Teatro Metropolitan en ocasiones anteriores, para abarrotar sino es que demostrar que el recinto les quedó muy chico con docenas de personas visiblemente fuera de la entrada principal sin poder entrar de lleno al lugar sospechando una sobre-venta innecesaria.
Con toda la versatilidad, poder y virtuosismo, terminan por derrumbar el lugar: todo el mundo se vuelve loco a pesar de ser un show enfocado principalmente en su último lanzamiento, Empire Central, que fue tocando prácticamente en su totalidad. Afuera de la sala de concierto había una ciudad fría y gris, pero dentro todo estaba que ardía. Canción con canción la mirada de los artistas sobre el escenario ilustraba la confianza de un cálido recibimiento que ya se esperaba
El Snarky Puppy actual deja atrás las escalas irregulares y las polirritmias por acercarse más a una instrumentalización muy precisa y sin espacio para la improvisación real, cosa que si bien puede dividir a los que pudieron ver a la banda en encarnaciones anteriores y buscaban algo más cercano al jazz y no a la fusión, de todos modos la calidad de ejecución de la banda, y los temas de su más reciente placa son suficiente garantía para un concierto de alto calibre.
A lo largo de las casi dos horas de concierto se escucharon los obligados solos que permitió darle protagonismo a todos los instrumentos sobre el escenario, creando ese ambiente tan característico de los conciertos de Snarky Puppy donde no hay “músicos principales” en escena, sino es todo un coloso sonoro encima. Disfrutamos un cierre de gira viendo enormes sonrisas, gotas de sudor cayendo al suelo, cabezas tambaleantes marcando el tiempo y bocas abiertas de alegría encima y debajo del entarimado, pues en un concierto como este tanto banda como público tienen la noche de sus vidas.
