Post Mortem /// D’Angelo (1974-2025)

October 14, 2025

d'angelo post mortem

Post Mortem
D’Angelo (1974-2025)

Por Lecce

No puedo decir que D’Angelo haya sido mi artista favorito, pero sí uno de esos que terminan marcándote sin avisar. Lo descubrí tarde, o más bien, lo entendí tarde. Voodoo me acompañó muchos años antes de que realmente me hiciera sentido.



Cuando salió, allá por el 2000, fue un año absolutamente abundante: Kid A, White Pony, Music, Parachutes, The Marshall Mathers LP. Discos que sonaban a cambio, a finales de siglo, a nuevas pieles. Pero antes de todo eso (1 de enero del 2000), D’Angelo lanzó Voodoo, un disco que no buscaba ser parte de ninguna tendencia. No era futurista ni nostálgico: era humano. Un álbum que respiraba. Que no quería impresionar a nadie más que a sí mismo.

Antes de eso, Brown Sugar ya había abierto la puerta del Neo Soul con una naturalidad insolente, aunque casi imperceptible (al menos en México). Era un debut cálido, con la confianza de quien conoce su talento pero todavía juega con él. Y entre esos dos discos quedó Live at the Jazz Café, London, un registro que mostraba el otro lado de D’Angelo. Este disco lo consagró como músico, relacionando su voz y su sentimiento con la improvisación, con el riesgo de tocar sin red. Aquella grabación sigue siendo un documento memorable de alguien que confiaba más en el groove y el Soul que en la pose.

Yo, en ese entonces, era un escucha que pensaba que lo sofisticado venía con delay. Tuvieron que pasar años (y varios discos) para poder entender que lo que hacía D’Angelo era igual de complejo que los discos antes mencionados, solo que más silencioso. Que había complejidad, que también se podía construir belleza desde el R&B.

A la distancia, Voodoo suena como un disco que no tenía prisa, y eso hoy se siente casi subversivo. Un proyecto hecho con paciencia, con músicos respirando en el mismo cuarto, sin click track, sin corrección digital. Una conversación entre el alma y la voz.

Después vendría Black Messiah, más rudo, más político, pero con la misma esencia: música hecha con propósito, y claramente sin prisa.

No voy a decir que se fue “el último grande” o “el salvador del Soul”, pero sí creo que D’Angelo representó algo que hoy se extraña: el valor de tomarse el tiempo. De tocar lento, de cantar sin gritar, de no querer estar en todos lados, de no acaparar, solo disfrutar.

Y quizá por eso su música envejece tan bien, y me tiene aquí escribiendo este texto.
Porque no intentó adelantarse al futuro: solo quiso sonar al presente, ese donde sigue siendo vigente.

Post escrito por: Lecce

Post Relacionados