35 años de Bachata Rosa de Juan Luis Guerra
Por Antonio Carlos Solorzano @thespectraltiger
El día de hoy se cumplen los 35 años de uno de los discos más importantes del músico, cantautor, productor y arreglista dominicano, Juan Luis Guerra. Bachata Rosa es un disco que, para quienes nacimos en los 80s, acompañó buena parte de nuestra infancia y adolescencia. Y todavía más para todxs lxs que tuvimos la oportunidad de escucharlo en el Caribe en los 90s, mientras se convertía en parte del soundtrack de nuestras vidas.
Las siguientes son algunas anotaciones breves y subjetivas, pinceladas rápidas para cada una de las diez canciones que conforman Bachata Rosa. Trazos a partir de reescuchar el álbum por enésima ocasión, después de que lo escuchara por primera vez en 1990, a los cinco años, en la sala de la casa de mis papás. Así que lxs invito a irse de viaje musical conmigo, mientras le dan play a cada uno de los temas del álbum.
El disco empieza fuerte con “Rosalía”, como si llegáramos en medio de una conversación animada que lleva tiempo de haber empezado y que tiene al Merengue como pretexto. La canción suena a tiempos mejores, a carretera, al sol bañando la serranía de la República Dominicana (o quizás de mi otro hogar, Puerto Rico). Los coros, los arreglos y los colores característicos de 4.40, el grupo de Juan Luis Guerra, esa compañía indudable que lo ayudó a crear un sonido y a marcar una época. Y los versos, alternando la voz de Guerra y sus coristas, cantándole a aquel amor:
“Y fui a parar en un monte
Allá por la serranía
Y me vestí de naranjo
Al no tener compañía
Que todas las flores me acompañaban
Los grillos y los naranjales
Por más que busco no encuentro
Tu boca en los matorrales
Oye, niña”
Proseguimos con el Bolero-Bachata, “Como Abeja al Panal”. Los sonidos de la clave y las percusiones que se convierten en sonidos de la noche, de la nostalgia y de las conversaciones de principios de los 90s. Entonces me acuerdo de mi madre y mi padre bailando lentamente en la sala de la casa. Y luego, en el minuto con 30 segundos de la canción, el tempo cambia y, con ello, nos embarga una Salsa para bailar cerquita. Mientras tanto, escuchamos aquellos versos entrañables: “Quiéreme como te quiero a ti / Dame tu amor sin medida / Búscame como abeja al panal / Liba la miel de mi vida“. La voz femenina clamando por su “Negrito lindo”. Después de la complicidad, el tempo vuelve a bajar. Regresamos al terreno del Bolero y la Bachata lenta. Una cabronería de canción.
“Carta de Amor”, otro corte Salsero del disco, suena a finales de los ochenta, con una mezcla de instrumentación y sintetizador. La línea del bajo guía al resto de la banda. Estamos ante una historia de amor redactada en forma de epístola. Y el motivo que se convierte en coro: “Quiéreme otra vez / No me hagas sufrir“.
Después, el músico dominicano se luce en “Estrellitas y Duendes“. En esta canción, su voz se percibe a la vez tersa y grande, con un poco de eco, como si estuviera en un espacio abierto. Acompañada sólo por un piano hasta el segundo 41, y después empieza una Bachata con tintes de Bolero, mientras suenan la clave, las percusiones y la guitarra. El coro y la voz se hacen noche gracias a las imágenes sensoriales y las figuras retóricas que esculpen la canción.
Luego, los sonidos de África y el folklore del Caribe llegan en “A Pedir Su Mano“. Es una versión en Merengue de “Dede Priscilla”, del artista africano Lea Lignanzi. Así tenemos un corte que mezcla sonidos de Merengue, Afropop y Zouk. No creo para nada en eso de pedir la mano (anacronismo con tintes machistas, pero de eso no van estas líneas). Pero si fuera a reparar en su aspecto romántico, esta canción sería lo más cercano a celebrar ese gesto que pedía permiso para pasar el resto de la vida con alguien. La canción tiene varias partes instrumentales en las que Juan Luis Guerra y 4.40 se lucen. Y así, sin coro ni letras, recordamos que el músico no sólo escribe y compone, sino que también hace música para bailar. Es uno de esos Merengues con fusiones tropicales que me llevan a decir, “¡Anda pa’l carajo!”.
Ya llegamos a más de la mitad del disco. Y escuchamos los versos ya grabados en la eternidad: “Oye, me dio una fiebre al otro día / Por causa de tu amor, cristiana / Que fui a parar a enfermería“. Así, en medio del pathos del enamorado de la canción y de las metáforas médicas, me pregunto por millonésima ocasión, “¿A quién carajos no se le ha subido la bilirrubina por el amor?” Y es que con el Merengue de “La Bilirrubina” nos encontramos en la segunda mitad del disco y no se ve por ninguna parte las intenciones de bajarle a la calidad. Entonces me pongo a pensar en que pocxs músicxs hoy día curan sus álbumes de manera tal que nos lleven a escucharlos de cabo a rabo. Quizás valdría la pena revisitar discos como Bachata Rosa para aprender a curar y a presentar producciones que nos inviten a clavarnos en ellas de principio a fin.
Por fin llegamos a “Burbujas de Amor“. Probablemente una de las canciones más discutidas de los últimos 35 años. Que ha sido premiada e incluida en varias listas como una de las mejores canciones en español de todos los tiempos. Que si sus figuras retóricas escondían un acto sexual; que si, en realidad, Juan Luis Guerra se inspiró en Cortázar para su escritura y las metáforas que en ésta aparecen. Sin importar qué, esta canción es una de las más importantes y emblemáticas de la discografía del músico dominicano. Una producción cuidadosa, que se convierte en un disfrute para mis oídos cuando escucho cómo las percusiones van del lado izquierdo al derecho. Así se produce y se hace música.
Llegamos a la octava canción, “Bachata Rosa”, que da título al disco. Una Bachata que ayudó a llevar al género a internacionalizarse y trascender fronteras más allá del Caribe y Latinoamérica. Pero también logró la aceptación del género entre las clases media y alta de la República Dominicana. Por ello, es inevitable que al mismo tiempo me ponga a pensar en el largo y tortuoso camino que ha atravesado la Bachata, desprestigiada durante tanto tiempo por narrativas racistas y clasistas. Y los años de discriminación contra tantxs artistas, previos y posteriores a él.
Llegamos a la recta final del álbum con dos temas que marcan un giro interesante. Cortes en los que Juan Luis Guerra no es la voz principal. En primera instancia, tenemos “Reforéstame”, una canción colmada de imágenes del campo y de la siembra como metáforas del amor. Y, por último, “Acompáñene Civil”, un Merengue con un tono de crítica social. Tema que tiene esos sonidos característicos que marcaron una época. Y así Bachata Rosa finaliza con broche de oro con un himno que denuncia la corrupción que podíamos (podemos) encontrar en el Caribe y el resto de Latinoamérica:
“Acómpañene civil
Al destacamento, uoh
O resuelva desde aquí
Cómpreme el silencio
Y olvídese de mí”.
Bachata Rosa es una miríada de recuerdos y memorias que acompañan a quienes crecimos escuchando al maestro Juan Luis Guerra. El disco ha dejado un registro indeleble en nuestra memoria, gracias a todos los años en que lo escuchamos como parte de nuestro soundtrack personal. Y también, por cómo nos hace pensar, de una u otra manera, en esa identidad caribeña que siempre nos acompaña allende el mar Caribe. Sin importar las latitudes y longitudes a las que nos hayan llevado los azares de la vida.




