Nobukazu Takemura + Koota Tanimura @ Radar UNAM

September 30, 2011

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Por: Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos: Roja (Claudia Ochoa)

Nobukazu Takemura siempre se ha caracterizado por ser un músico al que resulta imposible encasillar o categorizar dentro de un género musical definido. Desde sus comienzos, a mediados de los ochentas como DJ enfocado hacía el hip hop, pasando por los trabajos que realizó con Yamatsuka Eye (Boredoms), en una vena mucho más experimental, o a finales de los noventas cuando entregó al mundo, a través de Warner, dos discos excepcionales, Child’s Eyes en 1997, y Milano en 1999; esta clase de obras le generaron una atención mucho más centralizada en el mundo de la electrónica y la música experimental, después trabajó con bandas como Yo la Tengo, y Tortoise, hasta tocar los límites del glitch y el microsound bien entrada la primera década del siglo XXI. Al charlar con él sobre la propuesta de un disco, consideró que el proceso de “crear un disco, es algo mucho más parecido a la vida, pues cuando un álbum llega al público se convierte en algo del pasado; como la manera en la que crece el cabello o las células de la piel mueren. Todo va cambiando”. No busca un estilo en específico, sino que muestra una expresión directa con la música, trata de imprimir en ella, sus emociones. “Si mi estilo cambia tanto a lo largo de los discos, es porque también cambio con los años, pues no pienso en una sola línea musical. Hay músicos que siguen una sola línea, pero en realidad se encierran en un caparazón, pues no lo hacen desde el fondo de sí mismos, sino para cumplir las exigencias comerciales o del público”. La propuesta de Takemura estaba sentada, explorar el fondo de sí mismo, para explicárselo a los demás. El acto adquiere una categoría específica cuando es llevado a escena, aquí, todo se resuelve en un juego sonoro y visual que cautiva por la sensibilidad con la que está plasmado. La presentación comienza con una larga secuencia de sonidos acompañada de un video, cuyo monólogo refiere a la fragilidad del instante, el recinto se encuentra, quizás maravillado, quizás perturbado por la velocidad de la presentación, que decantaba cada momento con una expresividad interminable.

Los sonidos tomaban la sala cuando era pertinente, y la proyección restituía la formalidad del momento, cuando era necesario. Era imposible no pertenecer a esta clase de manifestaciones. No importa cuando lo intentemos, cuando las expresiones tratan del alma y esas cosas, es muy complicado no atender a ellas. Al terminar la primera parte del video, Koota Tanimura, sorprendió a los asistentes, al llenar la sala con el sonido de su guitarra, que no resultó molesto ni mucho menos, al contrario; la forma en la que Tanimura se presentó ante el público mexicano fue tremendamente agradable y como un vendaval de ondas, colocadas en el momento preciso del tiempo, la sala entera tembló ante gigantesco feedback. La música se transformaba, era evidente, los escuchas mismos se transformaban ante la presentación.

Siempre esquivo de las categorizaciones, Takemura me habló además de su idea respecto a la evolución musical, para él, “la música murió a partir del año 2000, cuando el auge del internet sofocó las expresiones particulares de cada lugar, haciendo que todo se volviera aburrido y repetitivo” –podríamos argumentar que posiblemente Takemura nunca se ha escuchado a sí mismo, pero bastara con saber que la forma en la que llevaba su música al escenario trascendía esta idea de decadencia, entregándole a todo un hermoso lustre. Efectivamente, mucho del ambiente musical se ha transformado en un formulario aburrido, pero presentaciones como la suya, evaden esa categoría, son la excepción. Sí, por excepcional.

Por si no fuera suficiente, los dos músicos demostraron todas las posibilidades de su lenguaje; donde cada nota, cada micro-sonido, cada concepto en particular, numeró unas mil o tres mil manera de entender la música, durante la segunda parte del concierto, entregando piezas suculentas y mucho más vistosas de composición musical, piezas que alegraron a aquellos desorientados que seguían ahítos debido a la primera parte del espectáculo. Tendríamos que hablar en específico de dos piezas, la primera “Un pequeño cuento”, donde los artistas se hacían acompañar de la historia de dos muchachas, para centrar la musicalidad en los espacios vacíos de la realidad. Cada vez que la película mostraba una pausa, Takemura y Tanimura desenvolvían una interpretación singular, permeada tanto por la musicalidad oriental, como por el avant-garde y la improvisación. Algo diferente había sido fabricado, durante la entrevista, Koota Tanimura me explicó que la idea crear algo singular le fascinaba desde hace mucho tiempo, pensaba además que la tecnología transformaría nuestra manera de entender la música, dejando que cada persona ofreciera su propia versión particular del mundo. Se encontró de pronto muy decepcionado, me dice: “Todo el mundo fabrica cosas similares, con las mismas herramientas”, posiblemente tenga razón, la tecnología no le ofrece a la música un incentivo para mejorar, sino que también puede ser utilizada de una manera más pragmática y austera; “el hecho de tener esas herramienta a la mano, de manera tan simple, obstruye un poco el hecho de tener una razón para hacer la música”, entonces la gente tira notas, acordes, y melodías poco expresivas, y en las que “Ha desaparecido la individualidad de cada lugar”. Para Tanimura, la música debería entenderse como una entidad casi religiosa, en ella, cada expresión ocupa su lugar, “la religión católica, a pesar de ser la misma en Europa, como en América, trasciende sus categorías y ofrece en cada lado del mundo, una expresividad distinta”; quizás esa fue la intención primigenia de un espectáculo como el de ayer, donde todo se resolvió en una de las piezas más hermosas que interpretaron en toda la noche, la cual cerró el concierto con armonía, inteligencia y sensibilidad. Casi podías sentir los colores, encontrarte en tu asiento con la sensación de ser invadido y atravesado por la yuxtaposición de sonidos e imágenes, que te llevaban a visitar lugares muy remotos de la sonoridad, y con suerte, hasta muy remotos lugares de ti mismo. Uno de los mejores concierto del año.

Post escrito por: Luis Arce

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