Yo la Tengo @ Plaza Condesa

August 26, 2013

Yo la Tengo
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Movus
Yo La Tengo Yo La Tengo

Por Luis Arce @lsfarce /// Fotos: Roja (Claudia Ochoa)

De tanto en tanto nos hallamos dentro de un concierto donde todos los elementos parecen ser los indicados. Un concierto donde el sonido ha sido equilibrado para mostrar tanto la crudeza experimental del sonido, como su lado más noble. Uno donde el escenario, la iluminación e incluso la presión barométrica están en tono con lo que está por suceder. Uno donde el público está conformado, en su mayoría, por verdaderos escuchas de la banda puesta en escena. Tal es el caso, de Yo la Tengo.

Hace algunos meses tuve la oportunidad de charlar con Ira Kaplan sobre la incertidumbre que se corresponde con una carrera de casi 30 años. A su parecer, tal incertidumbre sólo está fija en dos cosas: ya no se puede ser inocente, mucho menos en estudio, pues todo debe estar maquilado para alcanzar cierto estrato donde se pueda decir que se ha creado algo genuinamente nuevo; y en segunda instancia, porque en estudio resulta imposible pender de la incertidumbre, a favor de la obra, hemos de conservar una independencia irrefrenable.

Quizás no haya por qué reiterarlo, pero hemos de reconocer que Yo la Tengo es, y seguirá siendo la banda epítome del Indie Rock. Esto no se debe a que la agrupación en sí, haya sido formada y recreada en la vena tradicional de la escena independiente, sino también a la suma de las consecuencias estilísticas que evoca su música: rock ligero con tintes de Noise, extensos paisajes improvisados bajo una sencilla base de batería y bajo y las únicas texturas que podríamos catalogar como netamente alternativas en el rock.

Todo ello adquiere, una vez puesto en escena, la definición de una sola palabra: épico.

A riesgo de sonar demasiado altivo o emocionado por esta presentación, he de decir que se trató de un evento cuyas proporciones dominaron y trascendieron incluso en aquellos –pocos– escuchas no tan familiarizados con su música. Existen varias razones para creer esto: el equilibrio que los integrantes del grupo ofrecen en cada canción, la maravillosa destreza de ejecución que demuestran al conocer y dominio de la estructura en cada pieza interpretada, y sobre todo la familiaridad en la cual coinciden al ejecutarlas. El hecho, es que Ira, James y Georgia se conocen demasiado bien. Tanto, que saben estrictamente las facultades y recursos de sus compañeros, lo suficiente para brindarles lo mejor de sí mismos, como músicos y amigos.

Esta misma familiaridad, demostrada con asombrosa eficacia en piezas como “Stockholm Syndrome”, “Before We Run” y “Mr. Tought”, inunda los espacios disponibles en el setlist con expectativas que nos hacen sentir parte del plan. Algunos corean a gritos cada canción, mientras otros más muerden sus vasos de cerveza con el anhelo y la impaciencia de un niño que está por recibir un regalo de cumpleaños. Armados con un setlist que evocaba algunos de sus mejores momentos en estudio, y la iconografía de una agrupación cuya experiencia sobrepasa las expectativas de cualquiera que entre en su juego con la intención de juzgar la vigencia de su música. Este episodio toca su impaciencia y los invita a bailar, a llorar, a quedarse estáticos. Este episodio es parte de su biografía musical.

Incluso en los momentos más pacíficos de la noche – “I’ll Be Around”, “Season of the Shark” o “The Point of It”, es posible realizar un recuento de cosas reales. Actos de verdadera devoción y emoción por una banda, tan sinceros que resulta inevitable el contagio. Para el momento en el cual, Georgia, comienza con “Sugarcube”, el delirio y arrebato del público es exorbitante: relato de una sensación exaltada en su infrecuencia, la aparatosa energía que sólo una banda como esta puede provocar. Incluso, Ira, el difícil Ira Kaplan, se nota contagiado por esto: en varias ocasiones mencionó el gusto que le provoca estar aquí, e insiste en invitar al público para que acompañe sus canciones con un disonante y efusivo resonar de palmadas.

Entonces, comienza “Ohm”, por mucho la canción más apreciada de Fade, y caemos seducidos por el lirismo de su coro. Es una canción para cantarse, una canción tan perfecta en compostura y ejecución, que la gente decide volcarse de lleno para acompañar a la banda. Ira, responde proporcionando un solo de magnitudes delirantes. Solo de guitarra que sorprendentemente palidece ante lo ocurrido en “Pass the Hatchet, I Think I’m Goodkind”. Aquí, Kaplan realiza una discordancia prodigiosa entre las formas más cuidadas del Noise y el completo desastre que aguarda en sus límites. Así que en un momento, desafina su Fender Stratocaster de tal manera, que debe cambiarla por la Jazzmaster Candy Apple Red para continuar la canción. Su piromanía ha decantado en el momento más desequilibrado del concierto, el más arriesgado, y también el más emocionante.

Tras el atropello, Yo la Tengo decide volver al escenario en dos ocasiones para ofrecer apropiaciones de “Tried So Hard” de Gene Clark, “By the Time It Gets Dark” de Sandy Danny, y una interpretación delicada e incondicional de “Somebody’s In Love”, de Sun Ra. Entre estas versiones, y algunas otras, Yo la Tengo colocó “Our Way to Fall”, y la significativa “Autumn Sweater”, dejando un mensaje sumamente claro en agradecimiento a una audiencia que no escatimó en demostrar su compromiso con la música escuchada. Está claro que no quieren irse, pero el cansancio apremia, y la música continuará de cualquier manera, en aquellos que desde ahora, jamás dejaremos de escucharlos.

Post escrito por: Luis Arce

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