RPM: White Blood Cells de los White Stripes

July 7, 2016

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These two sides of my brain need to have a meeting:
20 años de White Blood Cells de los White Stripes

Por Ernesto Acosta Sandoval

Detroit, esa extraña ciudad que se perfilaba para ser el futuro y que el tiempo decidió olvidar. Semillero de algo que terminaría convirtiéndose en punk a finales de los sesenta del siglo XX. Cuna de grupos tan trascendentes como MC5 e Iggy Pop & The Stooges. Igual y no tan prolífica como Nueva York o Chicago, pero de que algo tiene (o tuvo) es innegable.



A finales de los noventas, Detroit vio nacer a una singular agrupación que con sólo dos miembros le regresó filo al Rock and Roll. Con un sonido que resultaba familiar, pero que no alcanzabas a ubicar del todo, los White Stripes llegaron a poner los puntos sobre las íes en un momento más bien soso e inocuo en el que parecía que todo estaba perdido. The White Stripes y De Stijl, sus dos primeros álbumes eran potentes mezclas de Blues, un poco de Folk y Garage, pero el tercero, que hoy nos compete, fue el que en realidad entró a demoler. White Blood Cells es de esos discos que en su momento no sonaban a nada de lo que estuviera invadiendo las ondas radiales y parecía una apuesta muy arriesgada. Jack y Meg White aporreaban sus instrumentos con una fuerza ensordecedora desde ese primer riff en la abridora “Dead Leaves And The Dirty Ground”. Aquí había Garage Rock, Blues, Rock and Roll puro y duro. El disco estaba más emparentado con los Rolling Stones del Sticky Fingers que con cualquier otra cosa que estuviera sonando en MTV en el verano del 2001. Y sin embargo, se desmarcaba de los Stones (por poner un ejemplo) por la austeridad que impera en las dieciséis canciones que lo componen: en ninguna hay más de tres instrumentos a la vez. White Blood Cells hoy puede sonar muy obvio, pero en aquel entonces nada les hacía sombra y era imposible clasificar a los White Stripes en alguna corriente, tan pulido que era lo que se escuchaba en esos meses.

Hotel Yorba”, “Fell In Love With A Girl” o “We’re Going To Be Friends” no tenían nada para convertirse en los éxitos que se convirtieron y el matrimonio White no eran las típicas súper estrellas de rock ansiosas de fama, pero como siempre pasa en la música pop, no existe una lógica que determine algo. El resto del LP está compuesto por canciones cortas, casi ninguna de más de tres minutos, pero efectivas cada una a su manera: “The Union Forever”, con sus referencias a Citizen Kane, es una fantástica muestra de la voz de Jack White; “I Think I Smell A Rat” lo pone como un guitarrista aún en ciernes pero con mucho qué ofrecer; “Now Mary” anticipa como pueden hacer malabares con los géneros y que luego pulirían en sus siguientes discos.

Quizá se haya perdido de vista, pero sin White Blood Cells el revival del Punk y del Garage que siguió en los meses que vinieron no hubiera sido lo mismo y no tendríamos a los Strokes o a los Yeah Yeah Yeahs. Probablemente las disqueras ni siquiera hubieran volteado a ver a muchas de las bandas que definirían el sonido de la década. Quizá el grupo se hubiera quedado en las ondas radiales universitarias como un objeto de culto al que uno que otro clavado voltee a ver de vez en cuando.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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