LP @ Auditorio Blackberry

Por Diego Álvarez Rex

Lo de Laura Pergolizzi es algo que muchos dan por hecho, pero en realidad es algo que deberíamos proteger y atesorar; LP es lo que se llama una “rara avis” en la música moderna.

Hay quienes terminaron por huirle debido a la sobre exposición que su tema “Lost t on You” tuviera en la FM local, y mientras algunos se retuercen a los primeros segundos de esa canción, al final tres noches agotadas en el Auditorio Blackberry fueron la otra cara de la moneda para quienes jamás creímos que aquella extraña cantante que pusieran a las 2PM en Corona Capital en el lejano 2012 fuera hoy día una de las cantantes Pop más solicitadas en nuestro país.

En su nueva visita al DF, LP repartió mejor sus ases escondiéndolos en las mangas de una banda, pero aún así su magia construida con una fina y sobre todo elemental instrumentalización para acompañar el elemento principal que le hace ser quien es: su potente voz.

Con la publicación del pasado 2018 de Heart to Mouth, quedó claro que la de Nueva York no tiene un especial interés en seguir innovando sino en profundizar en su sonido y establecerse en él; y con esta premisa arrancó el concierto, con los delicados pinzamientos de una introducción que procedió a “Strange”, su característico trino límpido y ecos de una época en el Pop Rock ya perdido hoy día. En sus manos, el ukulele puede mutarse en herencia estridente, en potente guitarra con aires de blues (“Girls Gone Wild”) y en acústica (“Into the Wild”); y con su banda crea ritmos trotones que le añaden puentes y pausas a la estructura clásica del rock crepuscular a temas como “Recovery” saliendo a pasear por paisajes instrumentales próximos a bandas como Fleet Foxes, Grizzly Bear o The Shins.

Los directos de LP dejan ver su magia: es demasiado genuina como para ser una cantante de Billboard más, y es demasiado masiva como para encasillarse en el nicho del alternativo. El hecho que sus canciones en estudio tengan un sonido que coquetea con los charts modernos, claramente es una máscara para disfrazar que lo suyo es un honesto sonido de guitarras, batería, bajo y teclados tan convencional como infalible. Canta, saluda, toca la harmónica, el ukulele, la guitarra eléctrica y se permite atrapar miles de regalos del público como todo el ídolo que se ha convertido: dibujos, cartas, sostenes, sombreros, ramos de flores. Ya casi no se ven conciertos así hoy día.

Aunque muchos hayan lamentado la escasez de temas de sus primeros dos lanzamientos, la sonriente multi-instrumentista supo mostrarse en directo sumamente juguetona, especialmente en temas como “House on Fire” (que cerró con un fragmento de “Paint it Black” de sus satánicas majestades) o gracias a los ritmos campiranos que imprimió a “Muddy Waters”. En un concierto en el que no se escatimaron minutos y se repasó con profusión sus últimos tres discos, justo los que la pusieran en el mapa como toda una show-woman y no una compositora para otros cantantes, hubo también tiempo para tonalidades puramente Pop (“Suspicion”) y ecos, que me perdonen los puristas, al Rock clásico de los 50s con “Shaken”.

LP es genial en directo, le canta a todas las zonas del recinto mirando de izquierda a derecha, arriba y abajo, atrapa flores y devuelve besos. Salta con ukulele en mano y silva como el extraño y único ser que es. Ya no hay cantantes ni conciertos como los de ella, donde sin beats pre-grabados, colaboraciones con cantantes de moda o escenarios elaborados pueda escudar la falta de talento: aquí es la música la protagonista y la conexión con la audiencia es absoluta.

En definitiva, un hermoso experimento vivencial desarrollado por alguien obsesionado en aprovechar todas las posibilidades del sonido del Pop Rock clásico para crear algo bello. Que no es poco.