RPM: 25 años de El Dorado de Aterciopelados

November 5, 2020

aterciopelados dorado

Bañada por dos mares y el Orinoco:
25 años de El Dorado de Aterciopelados

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Nadie puede negarlo. A mediados de los noventas, el Rock en español en Latinoamérica estaba empezando a cosechar los frutos de las semillas plantadas apenas unos años antes por bandas de distintas latitudes que, si se ve con cuidado, lo único que tenían en común era que compartían el idioma. Los estilos, los sonidos, las letras, variaban de una banda a otra, pero la salida fácil para las disqueras trasnacionales era ponerlos a todos en un mismo cajón. Aunque poco tuvieran que ver en términos sonoros. Lo que sí era una realidad es que por primera vez, tal vez gracias a esa estrategia, en aquellos años, una banda de Satélite podía sentirse hermanada con una de Buenos Aires, o con una de Santiago. Se estaban construyendo puentes. Quizá la aparición, en 1993, de MTV Latinoamérica también ayudó a eso pero, a mediados de los noventas, se estaba cimentando un sólido movimiento prácticamente inaudito hasta entonces que le entregó seriedad al género como un todo. En el centro de la movida estaba una banda de Bogotá que nunca temió mostrar sus influencias Punk y mezclarlas con lo que tenían a la mano. Esos críticos que aun siguen diciendo que cómo es posible que se mezcle cumbia con Rock, o con Boleros, o con Vallenato, o con cualquier ritmo local, seguro se infartaron al escuchar el segundo álbum de Aterciopelados. Pues, ¿dónde creen que viven?



El Dorado se convirtió en uno de los álbumes centrales para entender lo que estaba sucediendo en la región y con el Rock en nuestro idioma. Sin él, es imposible también imaginar el rumbo que tomarían sus propios creadores en los años que vendrían. Aterciopelados venían de lanzar un álbum medianón en 1993, Con El Corazón En La Mano, y de empezar a forjarse un nombre en el underground bogotano. El Dorado, sin embargo, fue como lanzarse a la alberca y descubrir que podían nadar a sus anchas. Por supuesto, están los hits que ya se convirtieron en estándares de cualquier banda de covers en cualquier bar de cualquier ciudad de Tijuana a la Patagonia (“Florecita Rockera”, “Bolero Falaz”), pero incluso esas canciones no sonaban a nada en el momento en el que salieron. Luego estaban los cortes profundos (“Colombia Conexión”, “Si No Se Pudo, Pues No Se Pudo”, “El Diablo”) que tampoco sonaban a nada, pero al mismo tiempo a todo lo que Andrea Echeverri y Héctor Buitrago habían escuchado toda su vida. Mezclaban letras absurdas con retratos más serios de una sociedad complicada (“Las Cosas De La Vida”, “Pilas”, “Siervo Sin Tierra”). Si alguna banda, en aquel entonces, se podía ganar el mote de “alternativa”, eran ellos.

A la postre, Aterciopelados se convirtió en la banda más importante emanada de Colombia. A nadie le queda ninguna duda. Con El Dorado comenzaron una racha casi perfecta de cuatro discos, cada uno más arriesgado que el anterior. El Dorado no es un fundamento sólido para el Rock en la región. Es más que eso. Es una pieza clave cuya influencia aun resuena, 25 años después.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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