Festival fmx: Andrew Bird @ Teatro de la Ciudad

Andrew Bird

Zoe Keating

Texto y fotos: BigIdeas (OzCorp)

“there is this song by Andrew Bird about cosmonauts, but its not really about that, more like the huge spaces that can exist between two people and how silence can express so much”

Existe ésta historia de que Andrew Bird vino al Teatro de la Ciudad, después de una visita a un jardín perdido cerca de Tepoztlán, donde con su violín, varios pedales de loops y silbidos, pudo hacer encantadora una tarde que poco a poco se fue complicando para terminar en un colapso total. Saltándonos páginas en dicha historia y avanzando dos años, Andrew Bird regresa, cortesía del FMX, a un lugar mucho más adecuado para sus composiciones, donde la oscuridad te permite cerrar los ojos para destruir el mundo y crear otro en la que acústica es tan perfecta, que se va poblando ese mundo con las historias surgidas de la mente del Sr. Bird.

Otra parte de la historia es que no vino solo, se trajo a Zoe Keating, un espíritu que carga un alma similar a la suya, ofreciendo construcciones de notas que se van encimando en loops para lograr capas de armonías que se sienten como una brisa veraniega. Surgidas a partir de su experiencia de encontrarse viviendo en los bosques de Secuoyas del norte de California, (la majestuosidad de esos árboles se traslada a las canciones) así como de ser madre (de acuerdo con ella, la prueba final de optimismo en el mundo), exponen el papel del ser humano dentro de un entorno natural.

“there is this song by Andrew BIrd that says a gypsy lady traps a school boy and what were the last words he mumbled to his parents, and a song about how hard it is to walk slow and leave people, and a song which describes a girl with a plastic cup in her hand while a boy spills a glass of milk on the floor”

En la historia de Andrew Bird hay varios protagonistas secundarios: un violín, una guitarra, un xilófono, un número indeterminado de pedales de loops. Claro también está el personaje principal, con su inconfundible silbidito. Con elementos tan sencillos se crean texturas tan maravillosas que uno se imagina que hay gente detrás de las cortinas ayudándole, intentando mantener su vertiginoso paso. Pero no, Andrew es como el personaje de Dick Van Dyke en Mary Poppins, una orquesta de un solo hombre -pero sin el armatoste encima- que en cuyo interior hay tantas melodías, uno se sorprendería que no haya explotado antes. Con ese material enfrenta la penumbra del Teatro de la Ciudad y eso es más que suficiente para iluminarlo completamente. En consideración especial, ofrece tocar canciones de su material más viejo, porque, en sus palabras, “no viene a México tan a menudo”. Una tras otra desfilan, y a veces el silencio es tan espacioso que los clics de las cámaras están peligrosamente cerca ce arruinar el cortejo.

Esta historia termina con un público anonadado que al solo pide más y más, pero ya sabe muy adentro que las cosas más bellas siempre son demasiado breves. La cortina se cierra, las luces se prenden, el cuento termina, los protagonistas se desvanecen en nuestras cabezas. Pero es temporal, solo hace falta escuchar las canciones de nuevo para revivirlos de su letargo. Y una vez más nos veremos envueltos en esa maravillosa catarsis.

“there is this song by Andrew Bird that is about empires, and how for all their power and might, they end up crumbling to dust, sands of an afterthought.”