RPM: Synchronicity de The Police

August 28, 2014

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Por: Ernesto Acosta Sandoval (@admiralhalsey_)

Wrapped Around Your Finger: Synchronicity de The Police.

¿Qué haces cuando tu banda está a punto de botar todo y se está desintegrando justo en frente de tus ojos? ¿Qué haces si, además, en ese preciso instante, tu banda es considerada La Mejor Banda Del Mundo? Fácil, te encierras un par de meses con ellos y grabas tu obra maestra. Aun cuando eso les cueste agarrarse a golpes durante las sesiones y el productor tenga que llegar a la drástica decisión de ponerlos a grabar por completo separados uno del otro.

The Police venía de vender millones de álbumes, de revitalizar al Punk y el New Wave e inyectarle nuevos alcances al mezclar ritmos afro caribeños, estándares de Jazz, y de lo que con el paso del tiempo se llamaría “World Music”; venía de llenar estadios por todo el mundo y de, una vez tras otra, ser considerados virtuosos en sus respectivos instrumentos pero sin llegar a ser pedantes como Pink Floyd o cualquier músico progresivo. The Police nos había enseñado que podían ser un acto tremendamente comercial y redituable sin sacrificar un ápice de dignidad e integridad artística. Y eso que todavía no lanzaban Synchronicity.

Synchronicity es el sonido de una banda que ya ni existía para esas alturas. Es, paradójicamente, el desinterés por perpetuar el legado que en tan sólo siete años habían construido, y sin embargo está todo el corazón de Sting, Copeland y Summers en cada uno de los 10 tracks que lo conforman. Es como su White Album: el sonido de tres solistas unidos exclusivamente por el nombre. También, cosa curiosa, es menos pesimista y oscuro que Ghost In The Machine, es más juguetón que Zenyatta Mondatta y es mucho más atrevido que Outlandos D’Amour.

Aquí, el grupo se deshace de los sonidos que los caracterizaban y empezaron a jugar con el sonido de mediados de los ochenta, aunque también hay que considerar que ellos hasta cierto punto lo pavimentaron. Hay sintetizadores por todos lados, dos o tres ritmos sincopados, pero en general, la regla parece haber sido: “Que nada suene igual a nada”, ni a ellos mismos ni a nada dentro del mismo álbum: la esquizofrenia sónica que es “Mother”; el pop radio-friendly en “Synchronicity II”; la cautela de “Walking In Your Footsteps”. Y eso es sólo el lado A. Volteando el disco, tenemos uno de los lados B más perfectos y redondos de la historia de la música Pop. Empezando con “Every Breath You Take”, que no necesita más comentarios; siguiendo con “King Of Pain”: perfecta desde su melodía guiada por el piano y el cencerro; luego viene “Wrapped Around Your Finger” que recuerda la fiereza del primer Police, ese que soltaba guitarrazos a la mitad de “Roxanne”; para terminar con la calmada, pero absolutamente perturbadora “Tea In The Sahara”.

Las letras, en general, están en otro nivel. Sting siempre le apostó a no tratar a sus escuchas como niños ni como idiotas. En Synchronicity, la influencia literaria va de las teorías de sincronismo de Arthur Koesler hasta la narrativa de Paul Bowles. Incluso una letra tan básica como “Every Breath You Take” es, en realidad, un compendio irónico de todos los lugares comunes en las canciones de amor.

En inglés hay una palabra para definir a la obra final de un artista: swansong, que refiere a la antigua creencia de que los cisnes mueren cantando. Nunca, o pocas veces, se ha podido aplicar de esa forma la frase a un último álbum de un grupo como aquí. Ponerle todo a lo que sabes que será tu último respiro. Eso es Synchronicity, un canto de cisne que queda enredado entre los dedos de quien lo escucha.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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