Autoramas
Los Nastys
Por Diego Álvarez Rex
Fotos Manuel Castillo @MrCastleManu
¿Qué hacer cuando a tu tocada no llegan más de 20 personas? ¡Tío, dales el concierto de sus vidas! Seguro esta fue la premisa que pasó por la cabeza de Gabriel Thomaz, guitarrista, vocalista y fundador de la consagrada agrupación de garaje brasileña Autoramas, cuyo regreso a nuestra Capital el pasado miércoles no fue precisamente de localidades agotadas, pero que para aquellos que sí llegaron se llevaron sin duda un trato especial.
Tal vez muy pocas personas se enteraron o tal vez el día y horario fue pesado para aquellos consumidores de salvaje Garage Rock, pero con todo e invitados especiales, Los Nastys, prodigio y revelación del garaje español traídos desde Madrid, el puñado de personas que estuvieron presentes se encargaron de que contara la visita y ni uno solo dentro de la sala pudo dejar de mover o agitar el puño cómo si se probara algo así mismos o a la banda; “¡Garaje o muerte!”, dirían Los Peyotes.
Pasado un poquito más de las diez, Los Nastys quienes con apenas un par de EPs y una trayectoria que no rebasa los dos a tres años de edad están sonando con mucha potencia y se les augura un gran futuro, arrancaron con “Fumar, Beber y Romper” que salió de las bocinas con tanta potencia que parecía que el ingeniero de audio de la sala quería hacernos una pala pasada. “Negro Corazón” y “Holograma” desataron los brincos de un lado a otro. Con tanto espacio para divertirse, ¿por qué no utilizarlo? Sin duda la fiesta había comenzado y con un par de cervezas encima era solo cuestión de minutos para entregarse por completo a los decibeles.
“Gracias a ti, y a ti, y a ti y a ti…” dijo Luis Basilio, guitarrista y vocalista del quinteto, señalando a todos y cada uno de los presentes y de paso obsequiándoles su más reciente lanzamiento en CD, La isla de los cuadrados mágicos, no sin antes cerrar su breve pero contundente presentación con “Policías de LA” y “He Visto a Dios” agradeciendo y dándole la mano a todos aquellos que no solo los vieron sino bailaron, se empujaron y hasta corearon un par de temas; “Gracias, tenemos otra tocada en un ratito, espero os veamos pronto” dijo Fran Basilio, segundo guitarrista y hermano de Luis mientras recogía su instrumento antes de partir.
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Y ahora sí, desde las exóticas tierras de Rio de Janeiro y con más de 15 años de trayectoria, autos a máxima velocidad y criaturas de otras dimensiones, Autoramas regresó con apenas un año de distancia de su presentación en él Vive Latino siendo esta noche su debut como estelares tras su presentación en Guadalajara como parte del Festival Ubiquo, donde varios los señalaron como lo mejor de la noche.
Vaya debut para este cuarteto, al primer momento que sonó la guitarra de Gabriel, fue como si una serie de misiles interplanetarios fueran directo al cerebro del escucha, ¡una guerra directo a la cabeza! Con más de cinco álbumes de estudio, otras tantas recopilaciones y placas en directo, no había manera en que la asistencia permitiera que escatimaran, e iniciado de corrido con “Mundo Moderno”, “Nada a ver” y “Abstrai”, Gabriel y compañía no pararon hasta que tuvieron a todos a sus pies.
¡Garage Punk, Surf Rock, lo que sea! La banda compuesta además por Melvin, Érika Martins y Fred Castro además de rugir con fuerza como banda, no pararon de sonreír y gritarle al público para que dieran todo de sí de igual manera, que aplaudieran y bailaran con ellos, ¡vamos, es Autoramas desde Brasil! Erika salió del entarimado para bailar y sacudir el pandero entre la gente y mientras la banda arremetía con “Vocé Sabe”, “Paciencia” y hasta un cover brillante a The Ronettes, “Be My Baby”, por fuera bien podría estarse acabando el mundo y uno jamás hubiera abandonado ese momento de comunión musical.
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Con masticado español, antes de despedirse por tiempo indefinido de nuestro país, Gabriel pasó a agradecer y de paso a chocar las cabezas con su guitarra a quienes se encontraban más cerca del escenario y así tocar “Catchy Chorus” y un encore de “Resta Um” por la voz de Erika que acabado el show pasó a saludar, repartir abrazos e invitar a echarle un ojo a la mercancía que traían desde Brasil. Es difícil no querer que otros hubieran podido compartir la experiencia, pero tal vez la asistencia tan reducida fue lo que lo volvió tan especial para quienes estuvimos presentes.
