Post Mortem /// Keith Flint (1969-2019)

March 4, 2019

keith flint muerte

Foto Iván Castillo

Post Mortem:
Keith Flint (1969-2019)

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Keith Flint murió este fin de semana, en lo que se supone fue un suicidio. Tenía 49 años y la energía de alguien de veintitantos. Sólo basta ver videos de las presentaciones de The Prodigy, o recordar las veces que han tocado por estos lares. Flint sobresalió, al menos en mi mente y para parte importante de mi generación, en el video de “Firestarter”, con su mohawk invertido, su cara perforada, bailando por túneles como poseído. Ese vídeo, me parece, resume muy bien todo el estilo y toda la actitud que siempre mantuvo. Liam Howlett lo incluyó en el proyecto, en gran parte, por eso. Habría que recordar que The Prodigy era, en realidad, el nombre de DJ de Howlett, pero Flint llegó a darle el empuje extra que la, de por sí, energética música de la banda necesitaba.



Ese shock que de entrada te provoca escuchar a The Prodigy, con sus beats frenéticos, se complementaba con la imagen de este hombre brincando de un lado a otro por el escenario. El vocalista, heredero de la tradición house ochentera de Madchester, no sólo reprodujo o asimiló su influencia, sino que la transformó y la neurotizó, tal cual el zeitgeist lo exigía. La inocencia de bailar por bailar en la década anterior, en sus actitudes y sus gestos, pasó a ser una confrontación brutal.

Aunque en la época post The Fat Of The Land, su contribución a The Prodigy se vio disminuida, en fechas recientes, Flint se había reintegrado de lleno a la banda, tanto en vivo como en estudio, y su participación en No Tourists del año pasado es primordial, como en las buenas épocas del grupo. Siempre en busca de emociones fuertes e inusuales, Flint también le entró a las carreras de motos, tanto como competidor como dueño de su propio equipo.

Que donde sea que se encuentre, Keith Flint esté bailando y shockeando a todos para siempre.

Sala de espera:
El grito del adolescente perdido

Por Maza @ideasdelmaza

Hay imágenes que la memoria solidifica por deseo y añoranza o por impacto histórico. De las que más atesoro y cada cierto tiempo me viene a la cabeza es la cara Keith Flint maquillada abyectamente recorriendo unos túneles mientras berreaba “Firestarter”. Su traje de estrella y el corte a lo Krusty grotesco tuvo una atracción en mi inocencia que aún guardo como humor diminuto.

Recuerdo perfectamente haber visto el video en 120 minutos de MTV. El contraste y esos close ups diabólicos. Recuerdo al día siguiente comentarlo con mis compañeros de trabajo en la tienda discos y casi de inmediato (las ventajas de trabajar ahí) pedir el disco que no era más que un sencillo (el Fat of the Land tardaría casi un año en salir). Cómo hemos cambiado. Al fin punketitos pequeños burgueses siempre el ruido nos atrapó, pero esa combinación con maquinas fue algo sorprendente. Como siempre había uno de nosotros (el fánatico del industrial) que ya los conocía. -Chequen este- y nos puso el Music for the Jilted Generation. Un disco tremendo y delirante; vertiginoso hasta la médula y con ese track que desde ahí es el más me gusta de The Prodigy: “Poison“.

Hace unos fines semanas veía a Death Grips y el lunes Flint se volvía ruido blanco. De inmediato pensé en cuanto le deben todos esos nuevos front man salvajes y esquizofrénicos que surfean el beat de forma suicida. Recordé cómo en aquel final de los noventa todo el ruido que tenían no hacia niños salvajes.

Tenía apenas 16 años y la anciana en la portada de cartón era una intriga; con el logo en forma de pastilla que dibujé obsesivamente mientras me aburría de todo en la secundaria y hacía que la adolescencia no pareciera tan mala. Poco después vino el escándalo del video de “Smack My Bitch Up” y The Prodigy se volvió mito. -¿Ya viste la versión sin censura? Era como romper un sesgo entre colegas, el raro siempre encuentra espejos.

Y luego el concierto de Moscú transmitido en “directo”, boquiabierto dejaron al mundo y al México de los primeros años del TLC. Abrieron el deseo de verlos en directo, pero no pasó rápidamente. Tuvimos que esperar 16 años; y no fue lo mismo. Ya no éramos adolescentes pero la energía seguía siendo la misma, gestos y gruñidos que han construido nuestra furia; pero el cuerpo no perdona.

Los vi, me ilusionó, pero mi recuerdo de Flint moviendo la cabeza de forma tan estridente es la imagen que intenté imitar de forma fútil. Aquella noche en los noventa es lo que se ha repetido estos días, evocando todo un tiempo evanescente.

Como dijo una amiga: la adolescencia se no está muriendo: se desvanece. Comienzo a perder recuerdos anodino, pero ese grito de Flint permanece como primer encanto de la locura.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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