RPM: 40 años de Lodger de David Bowie

May 30, 2019

lodger

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40 años de Lodger de David Bowie.

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

Para la entrega final de la trilogía de Berlín, David Bowie decidió salirse de Berlín (física y mentalmente) e irse a Montreux, Suiza, y a Nueva York. Dos años después de Low y Heroes, el cantante ya había tenido suficiente de esa etapa de reflexión y auto exilio y decidió irse por un lado menos extremo, pero no por ello más convencional. Encarrerado con la gira Isolar II, y con los mismos músicos que usó en los álbumes anteriores, decidió que no quería perder el ritmo. Sólo iba a reajustar la mira hacia otros horizontes.



Lodger es un desmarque, uno más como siempre en su carrera, de la angustia, la claustrofobia y la experimentación de sus predecesores. De hecho, aparece junto con ellos en la trilogía más por el contexto de su grabación y por costumbre que otra cosa. Esto es otro Bowie, uno más juguetón, menos preocupado por la innovación, pero igual de comprometido con su calidad como compositor. Aquí hay varios de sus últimos grandes temas previo a entrar al terrible periodo que fueron los ochenta. Este es un Bowie hacedor de canciones más que de conceptos como no se veía desde, quizá, Hunky Dory. En lo meramente estructural, para empezar, Lodger ya no está dividido en dos lados, uno cantado y otro instrumental. Es como si el muro de su mente se hubiera caído, o lo hubiera derrumbado él mismo. Este Bowie quiere viajar y salir a explorar qué hay más allá de su cabeza. Éste era un hombre que se maravillaba ante el mundo, en vez de preguntarse cómo iba a poder sobrevivir encerrado en su habitación. En Lodger ya hay indicios de eso que después llamarían “World Music” (“African Night Flight”, “Yassassin”), y si en los dos álbumes previos, Bowie había coqueteado con el Punk, aquí parecía estar poniendo las bases para el Post-Punk de los años que vendrían (“Red Sails”, “DJ”, “Look Back In Anger”, “Boys Keep Swinging”). Bowie siempre alcanzando a ver más allá de su nariz, pero eso no era sorpresa.

Cuando salió a la venta, Lodger fue recibido duramente por la prensa especializada. De “nota al pie de Heroes” e insípido no lo bajaron. Puede ser que si los álbumes de la trilogía se escuchan uno tras otro de manera objetiva, Lodger sea el patito feo. Puede ser que, en efecto, no sea tan inventivo en una primera escucha, pero también es cierto que no era la intención de su autor. Al menos no tan descaradamente como sí en Low y Heroes. Lodger es más bien como un medicamento de efecto retardado. Con el paso de los años, no se puede ignorar su influencia (pregúntenle a prácticamente quien quieran en los noventas), ni dejar de destacar que Bowie parecía estar transicionando hacia quién sabe dónde. Como sea, esta es una gran colección de canciones hecha por alguien que parecía haber olvidado cómo emocionar en no más de tres minutos.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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