RPM: 40 años de Scary Monsters (And Super Creeps) de David Bowie

September 10, 2020

sacry monsters and super creeps

I’m happy, hope you’re happy too:
40 años de Scary Monsters (And Super Creeps) de David Bowie

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

La llamada Trilogía de Berlín fue un escape creativo para David Bowie pero también una condena comercial. Low, Heroes y Lodger expandieron los límites que, de entrada, para él siempre fueron borrosos. Lo pusieron en un camino de experimentación y descubrimiento que exploró sin temor. Pero eso no siempre paga las cuentas y Bowie lo sabía. Aunque esos tres álbumes, en el espacio de dos años, le dieron una credibilidad y una solidez como artista serio que pocos logran en carreras enteras, aunque inventó el futuro con las técnicas de grabación que él y Tony Visconti usaron, a Bowie le interesaba también ser una súper estrella porque para eso había nacido. Para cuando terminó de grabar Lodger en Suiza decidió, por enésima ocasión reinventarse. Regresó a Londres y a Nueva York con un montón de sabiduría bajo el brazo, y, claro, con Visconti y varios miembros de las bandas que juntó, para grabar el que sería, quizá, su último gran álbum en mucho tiempo.



Scary Monsters (And Super Creeps), su catorceavo álbum de estudio, es la mezcla exacta y perfecta entre lo artístico de la Trilogía de Berlín, y el sonido amigable con el que se asociaría en la década que estaba comenzando. Sin las oscuridades y los demonios que lo persiguieron en los años previos, pero con la innovación y la sed de búsqueda que lo llevó a confrontarse con él mismo como artista, estas diez canciones muestran a un Bowie inaudito, ligero, de buen humor, juguetón. La neurosis y claustrofobia que parecía aterradora en Low, aquí suena a algo con lo que Bowie aprendió a convivir (“It’s No Game”, “Scary Monsters [And Super Creeps]”) y ya mejor se lleva bien con ella. Revive a Major Tom, su personaje más famoso, para revelarnos que se ha quedado en el viaje, literal y metafóricamente, y no hay bronca al respecto (“Ashes To Ashes”, cuyo video, además, terminó de cimentar y darle credibilidad al novel medio como una forma artística más), y parece estar diciéndonos a nosotros, su público, que no vivamos en el pasado. Uno casi puede escuchar al cantante reírse desde el fondo de su corazón en “Up The Hills Backwards” y “Fashion”, misma que resuena como una respuesta socarrona a “Fame” de Young Americans. En “Teenage Wildlife” le canta un tiro a Gary Numan, Peter Schilling, y varias más nuevas figuras influenciadas por él mismo. Rescata del olvido una canción de Tom Verlaine y le entrega nueva vida (“Kingdom Come”). Musicalmente, además, parece estar poniendo los planos sobre la mesa para el advenimiento del New Wave que dominaría los primeros años de la década que empezaba.

Bowie, calculador como era, sabía a lo que le jugaba con Scary Monsters (And Super Creeps). Y le funcionó. El álbum le sirvió para regresar a las listas de popularidad y comenzó a poner el fundamento para el Rock de arena con el que coquetearía durante los ochenta. Quizá es su último gran álbum hasta el resurgimiento electrónico de mediados de los noventa. Quizá es la marca de agua para todos los demás álbumes suyos que le siguieron. Como haya sido, Scary Monsters…, 40 años después, se sostiene como un bloque de creatividad desbordada. O sea, lo normal para el Bowie de antaño, pues.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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