Woman Week: Anari

March 12, 2021

anari

Un corazón en piel de erizo:
Anari

Por Maza @ideasdelmaza

Hay tantas mujeres músicas de las que escribir, a las que reconocer, a las que escuchar; que escoger es un laberinto en el que perderse y disfrutar. En esta semana (que deberían ser todas) de reivindicaciones y memoria iba a escribir sobre alguien más, pero ayer me saltó en el reproductor “Harriak” y se hizo la luz y el fuego.



Anari no es el secreto mejor guardado de Euskal Herria, como se suele decir; sería situarla en un espacio que no es el de esa voz que lleva iluminándonos desde finales de los noventa con un nervio que abre los oídos y las entrañas con una fuerza inigualable.

Pero hagamos un poco de historia, Anari, Ana Rita Alberdi, comenzó su carrera en solitario en 1997 con su disco homónimo Anari (Esan Ozenki). Un disco en el que las guitarras acústicas son preponderantes en una suerte de Lo-fi elegante. Este se acompaña por una forma de cantar un tanto susurrante y profunda que desagarra en momentos claves. Desde este disco se puede ver una intención de construir canciones alejadas del código radial. Sus piezas son largas y reflexivas; se van construyendo en intensidad y sentido; son caminos sin retornos que nos conducen a un momento sumamente emotivo. De este discos sobresalen “Hegoekira Begira” y “Desnúdame, Desdúdame”, en la que las dudas son esas sombras que hay que quitar.

Su siguiente trabajo fue Habiak (Esan Ozenki, 2000), aplaudido por toda la crítica y colocado de inmediato en el puesto #77 de los 100 mejores discos nacionales del siglo XX por la renacida Rockdelux (todos sus trabajos han estado entre los mejores discos del año). Este disco continúa y perfecciona el estilo del anterior, pero las canciones comienzan amplificarse de forma intensa por la incorporación de más instrumentos que acercan el sonido a un Shoegaze crudo. De igual forma introduce ritmos más complejos y cambiantes que acrecientan las olas de emociones. “Habiak”, “Bihotza Galdu Dut”, “Dembora” son las tres canciones que abren el disco en una cadena que engancha y nos deja en la lona. Pocos trabajos de cualquiera alcanzan esa maestría. En “Dembora”: “Dame tu mano y cruzaremos descalzos el tiempo, quemándonos los pies sobre las cenizas de la memoria” (Emaidazu eskua eta oinutsik iragango dugu elkarrekin, denbora, memoriaren errautsen gainean oinak errez, denbora).

La producción de Anari es pausada no corre, es contenida y en eso reside gran parte de su encanto. Su discos son huellas del tiempo en la escucha. Su tercer trabajo, Zebra (Metak, 2005) la consolidaría como una de las voces referente del Estado Español. En Zebra el giro que da Anari es maravilloso, aparecen con pujanza las guitarras y los bajos eléctricos, también lo hacen los teclados que se desbordan y se enredan como remolinos de fuego. El sonido se aleja del suelo y se acerca al Post-punk matizado con un fraseo perfeccionado en el que refugia la melancolía. La batería, igualmente toma un primer plano que invita a rugir como un mar que naufraga. Aquí un trio del disco: “Aingura Hegodunak”, “Harresia” y “Sustraiak”, el vigor crudo del sonido pegado a la piel.
Otros cuatro años pasaron para que llegará Irla Izan (Bidehuts, 2009), el primero en su propia compañía con miembros de Inoren Ero Ni y Lisabö. Este es su disco más intenso y oscuro. El piano pesa como un abismo marino y la guitarra se vuelve un remolino que dilata la calamidad del sonido. Anari canta como nunca; desgarrando las notas con la perfección de una herida infinita, las canciones son recorridos que se extienden por el cuerpo como caminos de piedras y tiempo. Otro trio de canciones “Bidea Eta Denbora”, “Amua” y “Harriak”, mi canción favorita. En ella el sonido es un huracán que sobrepasa la lógica. La versión en directo del “Bidea eta Denbora” (Bidehuts, 2013) en simplemente devastadora. Anari no es muy proclive a los directos, pero los pocos que da son enormes. Hay registros que dejan lo dejan claro como este disco.

Su último trabajo hasta la fecha es Zure aurrekari penalak (Bidehuts, 2015) y su epilogo Epilogo bat (Bidehuts, 2016). Un disco de madurez donde Anari se muestra más obscura en la construcción de los paisajes, que son pequeños atardecer incendiarios. La intensidad se construye por debajo, en desasosiego de las sombra y ya no tanto por la intensidad de saturación y firmeza inmediata. “Orfidentalak” y “Nola galdu” aparecen como formas explotar. “Piromania” es un himno perfecto a los incendios.

A pesar de ser profesora de lengua y literatura hispánicas en una ikastola, Anari ha decidido usar el Euskera como lengua para sus canciones. Aunque se pudiera pensar que el uso de una lengua minorizada juega en su contra, es todo lo contario. Gran parte de la fuerza sonora de sus canciones la extrae del sonido del Euskera. Las letras si se leen, en sus discos vienen las traducciones, tienen un nivel altísimos de esplendor. Tal vez se encuentre entre las y los letristas más importantes del Estado Español; y si me apuran del panorama musical global. Las imágenes que construyen son admirables y son capases de conmover hasta la medula sin necesidad de las convenciones. El universo de letrístico de Anari es complejo y particular, producido por una lengua tan compleja como hermosa. Un botón de ello: “Un día me comí un puente desde la primera piedra hasta la última para no ir donde tanto quería”.

Siempre se hacen comparaciones, absurdas, y la crítica la ha querido situarla como la “PJ vasca”. Nada más alejado e innecesario. Anari no necesita comparación su obra es de lo más redondo, cada discos tiene una identidad asombrosa. De cualquier forma si tuviéramos que acomodarla al costado de alguien sería de la mágica y gloriosa Thalia Zedek (Come) con la que incluso ha grabado un split (cOUPAGES #04; Bdidehuts, 2020) en el que se hacen versiones mutuas Harrial / Ladder.

Sirva este pequeño recuento emocional para destacar el asombroso talento de Anari, pero también para recordarnos que existe música en otras lenguas más allá de las dominantes. Anari resiste y dignifica por partida doble con sus canciones.

Post escrito por: Maza

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