Foto Lulú Urdapilleta (OCESA)
Foto Lulú Urdapilleta (OCESA)
Foto Lulú Urdapilleta (OCESA)
Por Diego Álvarez Rex
¿Por qué será que Ludovico Einaudi no se encuentra en la consciencia colectiva de quienes nombran a los mejores compositores de música de cámara contemporánea? Muchos tienen en primera instancia a gente como Jóhann Jóhannsson o a Ryuichi Sakamoto, pero el nacido en Turín, Italia no le pide nada a los mencionados.
El concierto del pasado sábado en el Auditorio Nacional, convocó a cierto tiempo de público muy bien ataviado y perfumado para un escenario que de igual manera se vistió de gala con una manta cubriendo a los músicos con proyecciones; como si de un muy prestigioso recital de música clásica se tratara, ciertamente la noche de ayer tuvo un aire muy entaconado, aunque cabe señalar que la respuesta del público a cada movimiento del pianista se apegaba mucho más una salvaje fiesta.
La primera parte del set se dedicó únicamente a su trabajo en piano dándole protagonismo a su nuevo álbum, Underwater, con proyecciones de olas, bancos de peces y movimientos marítimos, incluso llegó un momento en el que la ambientación fue realmente capaz de transportarte a un estado de hipnosis. El poder de la música y ejecución al piano de Einaudi fue apabullante. Escuchar en vivo “Nuvole Bianche” y la melancólica “Berlin Song” es algo que muchos deben experimentar.
Tras terminar la primera parte, se integró un violinista, un chelista y un percusionista para darle mayor grosor al concierto; Un repertorio justo y a la vez complaciente ya que sin lugar a duda este último trabajo del italiano es un gran álbum para escuchar en vivo, y que vive perfectamente en un recital que intercala piezas como “Divenire”, “Elements” y la súper ovacionada al grado del caos, “Experience”. A veces más inclinado al Avant Garde, a veces delicada música de cámara, con la impecable maestría de cuatro músicos en escena no se podía pedir más
Al caer la manta y dar con todo en escena, muchos daban el recital por terminado pero contra todo pronóstico Ludovico Einaudi regresó para dar un último encore con todo y gente hecha bolas en los pasillos y con un pie en la salida. Aún hay espacio para la improvisación en este tipo de conciertos ya que a varios los agarró, literalmente de bajada.
El concierto del sábado fue un extraño triunfo para quienes buscan más opciones en cuanto a conciertos se refiere, y el clamor que se sintió deja con ganas de aún más, no precisamente que tocara más de las dos horas que dio, sino de la posibilidad de tener en este mismo escenario a Hans Zimmer, a Clint Mansell o a Alexandre Desplat. Crucemos los dedos porque sin duda el lleno total que hubo con Ludovico no fue casualidad.
