Foto Feli Gutiérres @feligutierres
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Por Natále y Feli Gutiérres
Que afortunados los que tienen amigos artistas con los que pueden convivir y aprender a ver este mundo de una forma diferente.
Cada artista tiene un lugar donde se siente cómodo, incluso vulnerable, durante el proceso de creación de una obra. Para algunos, ese espacio es junto al mar, para otros tal vez una cabaña en la montaña, una cafetería bulliciosa y para muchos es la comodidad de su propia casa. No es frecuente que nosotros como espectadores, oyentes, seamos invitados a entrar a esos espacios íntimos. Ser testigo del trabajo del artista, ver, escuchar, sentir y experimentar cada minuto de lo que muchos hacen en soledad, es algo por lo que podemos estar infinitamente agradecidos. Ser parte de ese momento y ese espacio junto a otros amigos se convierte en toda una experiencia.
De pronto te encuentras en esa habitación, entras y te topas con tres grandes ventanas donde tranquilas playas azules y palmeras danzantes se asoman detrás de esos huecos inmensos mientras el anfitrión te da la bienvenida, te diriges a la sala con Paloma Negra girando una y otra vez mientras tomas un sorbo de té en el sofá. Luces amarillas parpadean, la naturaleza lentamente se transforma, verdes, naranjas y magentas bañan las pupilas, la psicodelia abstracta e impredecible toma lugar, pájaros atraviesan el cielo de algodón de azúcar, moviendo sus alas al ritmo de la música. Nostalgia alegre y naturaleza pacífica, nos encontramos rodeados de vegetación y colores alegres y brillantes, más tarde llegan momentos de tempestad, la intensidad y la melancolía se percibe. La tormenta se calma y una diosa de oro brillante nos saluda con su voz conmovedora, los músicos con cuerdas nos calman mientras regresamos a la tierra, preparándonos para la segunda ola de sonrisas y cadencia.
Los cuerpos se deslizan suavemente de un lado para el otro, las manos se asoman en el cielo como queriendo atrapar esos instantes para la eternidad, ojos cerrados saboreando la energía del lugar, soñando de pie al ritmo del sonido sensual y melancólico; lágrimas, abrazos y susurros aquí y allá mientras las manecillas siguen su camino como ese tocadiscos con Chabela. Hermosa brisa de emociones que nos empapa el alma y nos alimenta el oído y el corazón
Es hora de abrir los ojos, es hora de volver a casa. Se siente como si hubieran pasado días, pero solo han pasado menos de dos horas. Cientos de emociones han pasado por esa habitación, mientras te encuentras sintiéndote seguro y conectado con ese espacio, con ese hombre, con esas ventanas. Has entrado en el mundo del artista y has descubierto de primera mano lo que es capaz de hacer. Este ser humano no sólo pensó en la música, sino también en las sensaciones, emociones y estímulos visuales. Nadie quiere que termine la noche, nadie quiere dejar esas cuatro paredes, nadie quiere dejar de ver lo que pasa detrás de esas ventanas, nadie quiere dejar de escuchar, bailar y sentir… pero es hora de salir de esa recamara para volver a la propia. Es hora de entrar en tu propio espacio, con tus cortinas y tus propias ventanas, con tu sofá y tus lámparas, es hora de darte cuenta que no fuiste a un concierto sino que fuiste testigo de la mente y el corazón de un verdadero artista.
English Version
How lucky are those who have artist friends with whom you can live and learn to see this world in a different way.
Every artist has a place where they feel comfortable, vulnerable even, during the process of creating a beautiful piece of art. For some that space is by the sea, for others perhaps a cabin in the mountains, a bustling coffee shop and for many it is the comfort of their own home. It is not often that we as viewers, listeners, are invited to enter those intimate spaces. Witnessing the artist’s work, seeing, hearing, feeling and experiencing every minute of what many do alone, is something for which we can be infinitely grateful. Being part of that moment and that space with other friends becomes quite an experience.
Suddenly you find yourself in that room, you walk in and you run into three big windows where calm blue beaches and dancing palm trees in the background, as our host welcomed us to his living area with Paloma Negra of Chebela spinning back and forth while sipping tea on the sofa. Yellow lights flicker, nature slowly transforms, greens, oranges and magentas bathe the pupils, abstract and unpredictable psychedelia takes place, birds fly through the cotton candy sky, flapping their wings to the beat of the music. Cheerful nostalgia and peaceful nature, we find ourselves surrounded by vegetation and cheerful and bright colors, later moments of storm arrive, intensity and melancholy are perceived. The storm calms and a shimmering gold goddess greets us with her soulful voice, stringed musicians soothe us as we return to earth, preparing for the second wave of smiles and cadence.
The bodies slide smoothly from one side to the other, the hands appear in the sky as if wanting to catch those moments for eternity, closed eyes savoring the energy of the place, dreaming standing up to the rhythm of the sensual and melancholy sound, tears, hugs and whispers here and there while the clock ticks like that record player with Chabela. Beautiful breeze of emotions that soaks our soul and feeds our ears and hearts
It’s time to open your eyes, it’s time to go home. It feels like days have passed, but it’s only been less than 2 hours. Hundreds of emotions have passed through that room, while you find yourself feeling safe and connected with that space, with that artist, with those windows. You have entered the world of the artist and have discovered first-hand what he is capable of doing. This human being not only thought about music, but also about sensations, emotions and visual stimulations. No one wants the night to end, no one wants to leave those four walls, no one wants to stop seeing what happens behind those windows, no one wants to stop listening, dancing and feeling… but it’s time to leave that bedroom to go back to your own, It is time to enter your own space, with your own curtains and windows, with your sofa and your lamps, it is time to realize that you did not go to a concert but you witnessed the mind and heart of a true artist.
