
Foto Wendy Redfern
Post Mortem:
Brian Wilson
(1942 – 2025)
Por Ernesto Acosta Sandoval
Brian Wilson no era un genio. Al menos, no un genio natural. Mientras Lennon y McCartney o Dylan, o muchos de la época, parecían lanzar álbumes geniales uno tras otro y como si ya los tuvieran hechos, Wilson distaba de estar en esa posición durante, al menos, el primer tramo de su carrera. Y no era su culpa. Brian Wilson no tenía porque ser un genio, al menos no así. Los antecedentes de mucha gente de su generación eran la rebelión. Era el llamado de este género naciente que los invitaba a cuestionarse todo lo que existía y rebelarse contra la conformidad que el mundo adulto parecía ofrecerles en el mundo angloparlante de la posguerra. La realidad de Wilson era diferente y eso lo formó en cuanto a su manera de acercarse a la creatividad. Su padre, Murray Wilson, se encargó de disminuir y cargarse cualquier indicio de rebelión que sus hijos pudieran tener. Desde antes de que los Wilson terminaran la preparatoria, los peinó, los arregló, los subió a un escenario y los puso a cantar para generarle dinero. Eran un grupo seguro, reconfortante, que no tenía por qué demostrar nada que más allá de pasarla bien en el sol con las chicas, y que no ponían en peligro a sus audiencias. O sea, lo opuesto al rocanrol. Brian Wilson, además, estaba en una zona segura en la que tampoco tenía que medirse con nadie y sus canciones eran inocuas, simples y, en ocasiones, sonaban peligrosamente a originales de artistas tipo Chuck Berry o Little Richard pero rebajadas para las buenas consciencias. Mientras el Rocanrol desafiaba a la sociedad, Wilson y sus hermanos le cantaban al orgullo de pertenecer a tu escuela (“Be True To Your School”), nada más ñoño. Pero todo cambió. Una mezcla de salirse del chapoteadero vía el LSD y escuchar a los Beatles, hizo que algo en el cerebro de Wilson detonara. No era que tuviera el genio apagado. Lo que hace muy valioso y loable el viaje creativo del bajista de los Beach Boys es que su genialidad la construyó él mismo con lo que tenía a la mano. Wilson, a diferencia de sus contemporáneos, y por culpa de sus inicios, tuvo que ir tallando y puliendo el talento, él solito. Porque además nadie se lo tomaba en serio. ¿Cómo ese chavito más blanco que el pan de caja, miembro de la boy band arquetípica, de pronto se podía dar ínfulas de compositor serio? Brian le demostró a todos, y no es una exageración, es en serio, a TODOS a su alrededor (desde la crítica hasta los fans, pasando por su familia, amigos y asociados), de lo que era capaz. Aunque lo fue haciendo a cuentagotas. Antes de 1966, de pronto son llamativos los chispazos de que algo estaba cambiando en él. La profundidad de una canción como “In My Room” (de 1963), o el riff alucinante al inicio de “California Girls” (1965), ya poco tenían que hacer al lado de “Surfin’ Safari” o “Little Deuce Coupé”, pero todavía no eran la norma. Hasta mayo del ’66, que decidió que ya no se iba a quedar atrás ni, mucho menos, ser la burla de nadie. Decir que Pet Sounds lo cambió todo es ponerlo amable. Es como si, en plena cumbre comercial, los Backstreet Boys hubieran hecho un álbum que redefiniera el sonido y la manera de componer canciones Pop. Pero fue cosa de prueba y error. Porque Brian Wilson no la tuvo fácil. No era John o Paul o Dylan llegando al estudio y que la gente se le cuadrara. Incluso, una vez afuera en el mundo, mucha gente no se tomó en serio Pet Sounds y el álbum vendió mucho menos de lo que esperaban los miembros de la banda. Claro, el tiempo ha puesto las cosas en su lugar. Pero la presión fue demasiada para Brian Wilson, que nunca se recuperó y no volvió a tener ese nivel de consciencia jamás. Inventiva, sí. Pero esa claridad, esa visión, esa determinación, se perdió. Y tampoco fue su culpa. No fue un genio, era algo más. Era algo mejor. Era un hombre humilde que conocía sus limitaciones, pero que esas limitaciones no lo detuvieron. Y ese breve instante ha resonado y resonará más allá de nuestros días. Wilson no era un genio, pero tiene la mejor característica que cualquier músico puede tener. Algo que incluso a los llamados genios a veces les falta. Y ese algo es saber escuchar. A sí mismo y al mundo exterior, a los sonidos que hay a su alrededor, para poder canalizarlo y volver la realidad más vivible. Eso fue Brian Wilson. Brian Wilson fue Ícaro en el mundo de la música Pop.