El Nobel de Bob Dylan

December 6, 2016

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El Nobel de Dylan:
The carpet, too, is moving under you

Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_

El 17 de mayo de 1966 Bob Dylan se presentó en el Manchester Free Trade Hall como parte de una gira por Europa y Oceanía que lo presentaba ante las audiencias en una nueva etapa. Los conciertos, sin embargo, estaban construidos de tal manera que la mitad del set era él solo en el escenario con su guitarra acústica, su armónica y un micrófono. La segunda mitad consistía en salir armado con una guitarra eléctrica Fender Stratocaster y detrás de él, The Hawks, una banda canadiense que tocaba Blues, y que después se renombrarían como The Band.

Bob Dylan aparecía enfundado en un traje negro, algunas noches, y otras, en una chaqueta de cuero de motociclista, botines puntiagudos. El pelo alborotado y, a veces, lentes oscuros. El concierto al que hago referencia pasó a la historia por varios motivos. Fue uno de los primeros bootlegs del Rock, y durante muchos años circuló bajo la falsa creencia de haber sido grabado en el Royal Albert Hall londinense hasta que en 1998, como parte de The Bootleg Series, apareció de forma oficial y se aclaró que había sido grabado en la ciudad del norte de Inglaterra y no en la capital.

La otra razón es que fue la evidencia, el documento sonoro, de la reacción que Dylan provocó en las audiencias de la época. Dice Tony Glover en el librillo que acompaña a la grabación: “Quizá Dylan no fue el primer artista en darle al público lo que no querían, pero sí fue el primero en hacerlo lo más fuerte posible”. Como es bien conocido, hacia el final del concierto, un hombre enfurecido destaca entre la multitud para gritarle al cantante: “¡Judas!”. Dylan le responde, mientras The Hawks afinan: “No te creo. ¡Eres un mentiroso!”, para luego voltear e indicarle a su banda: “¡Tóquenla bien pinche fuerte!“, y arrancarse con una furiosa interpretación de “Like A Rolling Stone”.

La grabación de este concierto es, más que las obras que había lanzado entre 1965 y 1966, la prueba también de que a Bob Dylan el Folk ya le había quedado chico. Que nunca iba a regresar a lo que sus amigos del Village neoyorquino querían que fuera: la voz de una generación, la figura más prominente del antiestablishment y de la contracultura. A Bob Dylan nadie lo podía contener ni nadie le iba a dictar lo que tenía que hacer.

Este pasado 13 de octubre, la Academia Sueca anunció que le daría el Nobel de Literatura a Bob Dylan por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción Americana”. La afirmación deja abiertas muchas interrogantes que no vale la pena discutir porque no va a llevar a ningún lado. El premio en sí mismo, como todos los premios, es pueril, pero necesario. ¿A qué me refiero? A que por primera vez, la Academia está dándole su lugar a una forma creativa y cultural que nunca se había dignado a ver. El Nobel, anquilosado, no es más que un rancio reflejo de la rancia noción de “alta y baja cultura” que muchos intelectuales aun consideran válida, como demostraron las reacciones de mucha gente cuando la noticia se dio a conocer.

Ahora bien, ¿qué significa realmente que le hayan dado el premio a Dylan? Un premio que en el pasado ha demostrado ser chauvinista, con tintes nacionalistas, euro y americocentrista. ¿Significa que la Academia, desde su pedestal, está queriendo decir “Miren, ahora Dylan pertenece al Olimpo de la Alta Cultura”? No lo sé, y solo el tiempo lo dirá. ¿Se lo merece? Tampoco lo sé. Subjetivamente hablando, y como el fan from hell que soy, sí, se merece todos los premios y el reconocimiento del mundo. Pero, insisto, yo soy fan y mi opinión sesgada no cuenta mucho. La reacción de Bob Dylan es, me parece, el mejor termómetro. Desde que se anunció, ha sido un sube y baja y, creo, él ha jugado con la Academia como ha querido y como siempre ha sido él. Primero, hubo silencio de su parte. Luego puso en su sitio que había ganado. Luego, quitó el banner. Después, dijo que no iba a poder ir en persona a recogerlo. Ahora ya dijo que va a mandar a alguien. Yo, desde el principio, sabía que lo iba a aceptar, aunque fuera no’más por chingar. Así como aceptó el Grammy en 1997, el Óscar en 2001 (misma estatuilla que reposa sobre sus amplificadores en todos sus conciertos) y la medalla presidencial hace poco. Lo hace porque le gusta el reconocimiento, pero lo hace porque sabe que siempre va a hacer enojar a varios que se retuercen en la parte de atrás del Manchester Free Trade Hall esperando el momento para gritarle improperios con un avanzado grado de purismo.

Me iba a esperar a escribir este texto hasta leer su discurso de aceptación, pero la verdad es que con todo lo que ha pasado en torno al premio, no es necesario. Bob Dylan nos ha dado suficiente material para los siguientes años y para hacer que la Academia se cuestione a sí misma y sus decisiones. Como lo hizo con las buenas conciencias en 1965 en el momento en el que conectó su guitarra eléctrica y nada volvió a ser lo mismo.

Aquí pueden ver la actuación de Patti Smith en nombre de Bob Dylan en la entrega de los Premios Nobel 2016.

Post escrito por: Ernesto Acosta

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