Reseña: Beck /// Morning Phase

March 5, 2014

beckBeck
Morning Phase
Capitol
7.6

Por Arturo R. Jiménez

Ya todos conocemos la historia: Beck Hansen reaparece formalmente en la escena musical con su primer álbum en 6 años, un trabajo de dolidas canciones contemplativas que él mismo afirma pueden servir como pieza de acompañamiento a Sea Change (2002), su celebrada balada de un hombre (poco) común. Aún con una dolorosa lesión en la espalda que le impedía por momentos inclusive tocar una guitarra, Beck en realidad nunca se alejo de la música, escribiendo, produciendo, reencontrándose con viejos LPs y desechando álbumes completos con un ritmo imparable y todo este trabajo se refleja en su doceavo disco que si bien superficialmente es un regreso al sonido de uno de los puntos más altos en su carrera, Morning Phase contiene en su interior algo más complejo y una visión hacia el pasado pero uno casi cincuenta años atrás.

Después de la introducción de “Cycle”, 40 segundos de suaves cuerdas, “Morning” comienza formalmente el nuevo álbum de Beck y si el sonido es familiar tal vez se deba a que quienes acompañaron al autor en Sea Change están de regreso para esta nueva entrega, incluyendo a Joey Waronker (baterista de Atoms for Peace), Justin Meldal-Johnsen (productor de M83 y Tegan and Sara) y su propio padre, el arreglista David Richard Campbell. En Sea Change, Beck estaba expuesto, por primera vez, ante un público que realmente estaba prestando atención. Era un perdedor descorazonado, con un sentimiento de soledad ineludible pero la gran diferencia emocional con esa obra y Morning Phase es que ahora su equipo trabaja como una unidad. Su voz es envuelta en pequeñas melodías de psicodelia antigua, una que brilla como el sol y lo hace sentir más seguro. “Estoy cansado de luchar por una causa perdida” se lamentaba en aquel álbum ya clásico, pero ahora hay algo de esperanza. “Me desperté esta mañana. Encontré una luz de amor en la tormenta” son sus primeras palabras y encuentra una tranquilidad inclusive en los peores momentos. En “Say Goodbye” pregunta “¿Es tiempo de irse? ¿Lo intentamos de nuevo otro día?” y la bruma melancólica que antes no lo dejaba ver ahora acarrea aires de posibilidad. Es un clima californiano que explora a través de un Country Folk evocador del Grievous Angel (1974) de Gram Parsons. En otros momentos “Blue Moon”, “Don’t Let It Go” y “Blackbird Chain” es la respuesta de Beck al Pop de Harry Nilsson de sus canciones “Driving Along” o “The Moonbeam Song”. Aquí es donde el álbum realmente sorpende, cuando llega a sus elementos más simples, cuando los adornos son olvidados para obtener la misma simplicidad y franqueza del “White Light” de Gene Clark (“Country Down” en especial parece un guiño al genial ex-Byrd).

Morning Phase, aún con su tono uniforme, cambia ligera y constantemente y cuando la orquestación de “Wave” o “Phase” se asoma, hay un dramatismo innecesario, un intento lánguido a la emotividad. “Isolation, isolation” repite una y otra vez Beck y aunque la idea es de crear un llanto adolorido, parece más un fantasma soporífero que simplemente no desaparece. Cuando se le permiten a las canciones ser más discretas y envolentes, como “Turn Away” la cual contiene todos los elementos de las antes mencionadas pero usados cuidadosamente y casi con reverencia, Beck logra una belleza elemental.

El más grande atributo de Beck Hansen como artista es ser un experto camaleón musical. El Beck de hoy es uno con voz somnolienta, ojos vidriosos por mirar por mucho tiempo directamente al sol y una casa llena de viejos amigos. Prometió otro álbum en el 2014 con un sonido completamente distinto a Morning Phase y aunque eso es de esperarse viniendo de él, hay algo reconfortante en saber que la historia de Beck sigue su curso, una sorpresa a la vez.



Post escrito por: Art Jimenez

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