La Casa Azul @ SALA

December 6, 2019

la casa azul

Foto Óscar Villanueva

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Por Maza @ideasdelmaza

Descomunal. Hay adjetivos que no deberían usarse con levedad; pero lo de anoche en SALA cumple con creces la definición: descomunal. Es probable que las palabras no me alcancen para describir la belleza que tuvimos la suerte de presenciar; y no solo por La Casa Azul en el escenario sino también por el público que se entregó como pocas veces hemos visto. En algún momento Gullie Milkiway mencionó que sería el concierto más largo de La Casa Azul y lo cumplió. Pero más que lo anecdótico por la duración, la longitud permitió hacer un recorrido, a manera de regalo para los fans, de toda su obra.

En las redes se preveía que los fans estaban que no cambian de la emoción; gente viniendo en avión y otros postrados a las puertas del recinto desde el mediodía. Una locura que impregnó al lleno total (la reventa estaba en cinco veces el precio del boleto). En un punto de las 9 de las noche comenzó “El Momento”. El aplauso y el coro de “Guille, Guille, Guille” sacó las lágrimas del catalán. Lágrimas de una emoción sensible y verdadera. La sorpresa de ver un repleto fiel y entregado.



Usualmente moderado en sus palabras, Guille habló en todo el concierto. Intentó explicar las canciones, su agradecimiento y su relación con la música. Esto último dejando muy claro que la música lo ha salvado siempre y que es una manera de empatizar con el otro. Su sorpresa era evidente, lloró (también Paco Tamarit) en varias ocasiones e incluso improvisó, provocado por un grupo de mujeres, “La polinesia meridional” en una versión a piano. En muchas de las canciones Guille tuvo que echar de tener la letra a mano, pero como se dio cuenta no hacía falta; el público se sabía hasta el último verso. “De verdad cantáis muy bien”, repitió en varias ocasiones junto a un “Sois muy bonitas y bonitos”. Un abrazo verbal entre todas.

En tres horas no hubo ni un instante de letargo. Momentos que se esperaban cumplieron a la perfección como todas las canciones de La gran esfera (lo tocó completo) o los clásicos como “Cerca de Shibuya”, “Los chicos hoy saltarán a la pista”, el super éxito “La revolución sexual” o el final esperado con Gulle a piano derrochando histrionismo en “Como un fan” causaron euforia metódica. Punto aparte fue “Yo, también” en versión piano sin ventilador que convino con un imperdonable cover a Alejandro Sanz (?). Pero si lo habitual fue hermoso; los antiguos hits fueron baile precisó; “El momento más feliz” para olvidar la espera: “Esta noche solo cantan para mi”, un recorrido emotivo a las influencias y como la música salva -entrañable la humildad y amor que Guille expresó en la intro por Paco Tamarit, de lágrima-, “Colisión inminente” o “Superguay” y “Galletas” nos transportaron a la adolescencia sentimental.

Pero si esto no fuera poco, las inesperadas, el regalo de La Casa Azul para México, ese grupo de canciones que tiene guardadas en cajones y recuerdos que hace tiempo que no tocaba fueron un revuelto emocional. “Chicle cosmos”, “C’est fini” al piano con entraña expuesta o, tal vez mi favorita, “Siempre brilla el sol” con ese optimismo veraniego. El público entregado cantó, bailó y tuvo una experiencia comunal asombrosa. Las caras de Guille, Paco, Lluis, Guillem y Pablo lo decían todo, estaban asombrados y agradecidos; como lo estamos todos con el recital perfecto.

Post escrito por: Maza

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