The War on Drugs @ Teatro Metropolitan: Un viaje de nueve años

May 5, 2023

war on drugs metropolitan

Cortesía Lili Estrada (OCESA)

war on drugs metropolitan

Cortesía Lili Estrada (OCESA)

war on drugs metropolitan

Cortesía Lili Estrada (OCESA)

The War on Drugs @ Teatro Metropolitan:
Un viaje de nueve años

Por Eduardo Lara @lalolarete

Estoy en el lobby del Teatro Metropolitan, veo las escaleras clásicas que suben a los asientos del segundo piso, los acabados de mármol, la gente pasar, y pienso en el 2014. Estoy sentado en un asiento mugroso del Metrobús con unos audífonos negros desgastados, que a veces hay que moverlos y hacerlos bailar para que los dos auriculares suenen. En esos Sonys desgastados suena el Lost in the Dream de The War on Drugs. Suena ese disco una, dos, dos y media veces aproximadamente en lo que llego de la prepa a mi casa: más de dos horas de recorrido. “¿Esta es la puerta dos?” Escucho a lo lejos y me despierta de este recuerdo, decido irme a mi asiento y una vez sentado abro los ojos y estoy en mi cuarto del 2017: Sin luz porque el foco se fundió, pero hey vamos a ver qué onda con el nuevo disco de los War on Drugs. Lo pongo, y cuando suena “Pain” siento un escalofrío recorrer toda mi espina dorsal, y culmina con los pelos de mis brazos erizándose y un cosquilleo en el cuello cuando la segunda parte del solo de guitarra comienza: madre mía no recuerdo desde ese entonces sentir eso de nuevo con una canción.



Las luces se apagan, las nueve de la noche con cinco minutos, el Metropolitan se llena de toda la gente que estaba afuera buscando algo de beber, y de repente sale Adam Granduciel y compañía al escenario. Me acuerdo del 2018, estoy bajando de un avión en Chicago contando las horas para ver por primera vez a The War on Drugs en vivo, en el Pitchfork Fest; y me río porque los vi de nuevo cuando vinieron por primera vez a México en el Corona Capital de ese mismo año pocos meses después. Me acuerdo de la pareja que después de su show me abrazó porque me vieron muy feliz en su set, y que al siguiente día un matrimonio me invitó a cenar porque coincidimos en una sala de espera de un restaurante y les conté que tomé un avión para ver a ¿mi banda favorita?
Adam Granduciel ante un Teatro Metropolitan lleno, la primera fecha de The War on Drugs como actos principales en México, arpegia su Fender blanca mientras la filtra por un pedal chorus que lo hace sonar más brillante, Charlie Hall en la batería mantiene un ritmo acelerado; que buena forma de comenzar su set. Y ahora es 2021, me siento perdido, asustado, usado, deprimido, pero sobre todo como un desconocido en mi cuerpo; The War on Drugs sacan su sencillo “Living Proof” y hay una línea que dice “I’m always moving / I’m in Chicago”, y me dije que no había nada más que pensar. Hice maletas y me fui a la ciudad de los vientos por un rato, sólo porque lo escuché en una canción de, sí ya lo decidí para ese entonces, mi banda favorita. Estoy a más de 3 mil kilómetros de casa y un viernes sale su nuevo disco: I Don’t Live Here Anymore. Y se siente poético, como si hubiera sido escrito por alguien el hecho de que lloré escuchando ese disco en cada rincón de Chicago, desde el Instituto de Arte, hasta en el Acuario a las orillas del Lago Michigan.

Old Skin” es una canción muy linda sobre empezar a hacer lo que tu corazón te diga que es lo correcto, y creer en ti. Y la están tocando mientras en el escenario hay un juego de luces que los hacen contrastar y por ratos parece que son sólo sombras que se mueven el escenario. Madre mía cómo me gusta ese toque de que cada canción parece que al menos un fragmento fue sacado de alguna canción de Bruce Springsteen y/o Bob Dylan, pero que nada más no puedes identificar: específicamente indescriptible. En vivo este rasgo es traído específicamente por los “wooo´s” que grita Granduciel, pero más bien por el saxofón que carga Jon Natchez y que a veces usa como base sonora para las canciones, pero que en otros momentos como en “Eyes to the Wind” toma protagonismo y da un solo de saxofón que es imposible no conmoverse por él. A la par, Eliza Hardy se les unió recientemente para tener una voz femenina en la banda, y que recuerda muchísimo a las grabaciones en vivo de Bob Dylan y sus coristas. Hablando de Dylan, una de las mejores sorpresas de la noche fue cuando tocaron “Arms Like Boulders” de su primer álbum Wagonwheel Blues: una canción que tiene los elementos folk de Dylan en el canto y letras, pero una base sonora que parece ser el bebé perdido de entre Talk Talk y Sonic Youth.

I Don’t Wanna Wait”, “Victim”, pero especialmente en “Harmonia’s DreamThe War on Drugs sacan a la luz su verdadera esencia como banda en vivo: un acto de arena que busca explotar esos elementos teatrales de Springsteen, pero con la improvisación y fluidez de Phish, u otras bandas de “jam” como Grateful Dead. Así que, entre proyecciones en el techo del teatro, los juegos de contraluces, de repente estábamos sumergidos en una lluvia de sintetizadores y guitarras procesadas en muchos pedales. Son muy buenos en vivo los War on Drugs, no sé porque tanto tiempo pasó para que tuvieran un escenario para ellos solos aquí en México.

Porque el año pasado vinieron, pero bajo la tutela de The Strokes para tocar en el Foro Sol. Un día antes del concierto me senté con Adam Granduciel y hablamos de música, le conté un poco de cómo me sentía y de cómo su música siempre me ha acompañado en algún proceso. Mientras ambos bebíamos Topo Chico (por cierto, no olviden pasar a leer esa entrevista que tuvimos) me dijo que una de sus más grandes influencias actuales es Frank Ocean. Cuando me lo dijo solté una carcajada nerviosa o de sorpresa, y él también. Admitió que no eran muy parecidos en estilo pero que su música lo inspira mucho; luego le pude dar un abrazo. Y me hizo sentido eso que dijo al ver el contraste entre dos canciones de ellos mismos: “Strangest Thing” y “Under the Pressure”. La primera al tocarla David Hartley en el bajo, y Robbie Bennett en los sintetizadores principales, lograron crear un ambiente que se sentía como neblinoso, o de estar flotando en el espacio sin dirección alguna. Y para “Under the Pressure” la banda volvió la atmósfera en algo más puntual a base de drum machines, loops, y distorsión y esa neblina se volvió más bien como un cubetazo de agua fría. Y por eso hace sentido lo de Frank Ocean: son camaleones musicales en su propia música y sonido, pueden tomar inspiración de donde sea. Entonces puede que en “An Ocean in Between the Waves” se digan que quieren tocarla más en un estilo de Dire Straits con su forma de arpegiar la guitarra; pero para “Red Eyes” (no me canso de decir que esta fue nuestra canción favorita del 2014) se van totalmente a explotar en el escenario y convertirse en una banda de garaje, pero adornada con sintetizadores y gritos sacados de actos de arena de la década del ochenta.

Y entonces nada te prepara para que en su encore volvieran con “Thinking of a Place”: su épica de once minutos. Y lo mejor: el público coreando palabra por palabra de una canción así de larga. Toda una serie de matices saliendo del escenario al mismo tiempo, cambiando entre minuto y minuto; y la verdad es que el lenguaje me limita a poder decir todo lo que ese momento me hizo sentir. Así que lo resumiré en que fue algo precioso. Después tocarían “Burning”, la canción favorita del papá de Adam Granduciel, y cerrarían así su primera presentación en México como headliners. Y entonces en los últimos gritos que Granduciel saca en el micrófono pienso en los nueve años que llevo escuchándolos. En los lugares que he visitado por ellos, la gente que se ha cruzado y se ha ido en este tiempo; pero también los que se han quedado. Y de repente me viene una idea que puede que contradiga el hecho de que, para mí, son la mejor banda del mundo: The War on Drugs no son la banda más importante del mundo. Y no quieren eso. No quieren hacer una escuela, o al parecer conquistar los escenarios más grandes. No tienen esa ambición, lo que los motiva es poder ser literalmente unos ñoños que les gusta compartir a su público la música que a ellos les gusta: “Miren aquí sonamos a Dylan, acá a Springsteen, luego a Jerry García, y cerramos con Frank Ocean; denles una oportunidad”. Y con esa sinceridad son un nombre grande en festivales a lo largo del mundo, llenaron un Teatro Metropolitan, y consiguieron que al final del set una bola de fanáticos corriera al escenario a pedir los setlist, plumillas, o cualquier cosa que pudieran sacar. Y eso creo que los convierte en la banda más sincera del planeta, y eso se escucha en cada nota que desprenden en vivo, consiguiendo una base sólida de seguidores, e incluso creando como respuesta natural nuevos artistas que quieren sonar como ellos: recuerdo que alguna vez Christian Jean de Reyno me dijo que los War on Drugs le eran una gran referencia a la hora de componer guitarras.

En fin, estoy saliendo del teatro y por un rato me pierdo en las estatuas que están a los lados: una mujer con dos niños a sus pies. Viendo los detalles me digo: “Ja, es bueno estar en el 2023 con los War on Drugs”.

No vivo aquí: entrevista con Adam Granduciel de The War on Drugs

Post escrito por: Eduardo Lara

Post Relacionados