Forever Alone Fest IV @ La Fortaleza

February 25, 2018

Lite

Foto: Óscar Villanueva

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WOHL

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No Somos Marineros

Foto: Óscar Villanueva

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Kinder

Foto: Óscar Villanueva

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Foto: Óscar Villanueva

Por Natalia Girón

Hay un encuentro que apuesta como pocos por lo indie: es el Forever Alone Fest, el cual, llenó de Post y Math Rock, hizo disfrutar de su cuarta edición a propios y ajenos a la soledad.

En un escenario triangular, montado en lo que parecía un patio gigante con domo, ocho bandas de diferentes nacionalidades expusieron su talento. La música fue la protagonista, ya que por lo característico del género las letras pasaban a segundo plano. Oscilaban entre pocas frases y muchos gritos, pero un constante cúmulo de solos y riffs.

Acá no hubo lugar para pretensiones, la mayoría de los asistentes eran lo que se conoce como adultos jóvenes dispuestos a pasarlo bien, pero no había que sorprenderse al ver a uno que otro de más de treinta siendo verdadero admirador del Math y el Post. La convocatoria no fue gigante, pero partiendo del origen del festival, la premisa es que estuvo quien quería y tenía que estar.

La primera banda en presentarse fue Fiesta Bizarra. Estos peruanos iniciaron el mood de gritos y tristeza al poner sobre la mesa temas como el desamor sin espacios para la tibieza.

De ahí, con un poco más de afluencia, llegó el turno de Telévisér, un cuarteto proveniente de Nicaragua que bajo una cara joven promete bastante. Cada integrante de la banda demostró la buena ejecución de los instrumentos. Y sus composiciones, al ser enteramente melódicas, daban la impresión de estar escuchando el soundtrack de alguna serie, con altibajos interesantes. Unos ya con cerveza y taquitos al pastor en mano movían la cabeza de un lado a otro y marcaban el compás con los pies.

Para romper con la dinámica llegó Quiet Fear, de Estados Unidos. Su propuesta fue mucho más densa: gritos descontrolados y desorden metálico. El vocalista, tenía en escena una garrafa de cinco litros de agua que bebía después de hacer explotar su garganta. Curiosamente dentro de su setlist hubo una rola llamada “Esperanza“, de forma paradójica o no, qué cool pensar que gritar y sentir todo tan alto puede ser liberador y hasta reconfortante ¿no? Ya después de 20 minutos era impensable no ver al centro del escenario una bolita de slam, rélax, pero sabroso.

Y ya entrada la tarde saltó el talento mexa, Sad Saturno, quienes con más fans a la vista tocaron rolas de su reciente producci;on Destinados a Fallar, un álbum que es hasta apología del nombre del festival y también otras como: “Nunca sabrás que esta canción es para ti“, “Salven la Torre del Reloj” y “Me aplicaste un Winnie“. Ni hablar.

En medio de más gente y mucho más calor tocó Kinder, esta banda de Perú que lleva alrededor de una década en la música. El Post Rock en ellos fue de lo más plausible del festival. Migraciones es el nombre de su más reciente material y bien vale la vida revisarlo.¿Qué cosa es Kinder? Resulta un regalo de good vibe para después de que pasa la tormenta. Cuando se acaban los kleenex y ya no sale ni una gotita del ojo. Después de casi una década de estar en escena bien serían defensores de lo independiente.

La gente estaba poquito menos cerca al escenario, pero tuvieron un buen recibimiento. A ninguno le molestó el lugar ni el aforo, quizá porque verdaderamente disfrutan lo que hacen y esa honestidad se agradece.

Luego de ello, No Somos Marineros hizo lo propio. Hasta este punto del concierto cabe destacar que todos los bajistas formaron un papel importante en cada banda. Algunos, como en el caso de los marineros, tuvieron su lugar en medio de la banda, cual frontman. Y al llevar más trayectoria las rolas coreadas eran casi todas.

Para la penúltima banda, Wohl, de Guadalajara, todo fue mucho más explosivo. Tras superar algunos errores constantes con un amplificador, sacaron a flote lo que tenían dentro. Las guitarras eléctricas terminaron por acelerar el ritmo de las cabezas frente al escenario. Una importancia de solos y altibajos fue más allá de los sonidos guturales previos a su show.

Ya con toda la disposición y más asistentes dispersos y aglutinados, los japoneses LITE convirtieron aquello en una fusión interesante de rock con loops bien mezclados, distribuidos con la fuerza de la batería, las guitarras y el bajo. Con frases cortas y gran habilidad, los nipones lograron el match esperado. Su sonido caracterizado por introducciones potentes y otras más tranquilas fueron una rueda de la fortuna bien hecha.

Por último, al saber de cierto que siempre hay más bandas por descubrir —de aquí y de allá: de todos lados —habrá que ver qué trae la próxima edición; pero sobre todo, habrá que vivir la experiencia y recordar que lo indie no significa amateur, dijera el buen Rodrigo Robles.

Post escrito por: Natalia Girón

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