Foto Óscar Villanueva @TheOzCorp
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Micah P. Hinson en el Pasagüero:
De buenos destinos
Por Maza @ideasdelmaza
La canción de autor en castellano tiene connotaciones a veces desafortunadas, o más bien para gustos adquiridos en peñas polvosas; por eso el Folk o la Americana (o cualquier género basado en una persona con una guitarra) genera cierta reticencia. También está el problema de la lengua y la tradición lírica distintas que dificultan el acercamiento pleno y con ello la posibilidad de ver más conciertos así en el país. No obstante hay gente valiente como Resistencia Lírica que ánima a traer músicos como a Micah P. Hinson en una versión desnuda, solo con su guitarra. Y claro que fue una buena decisión; domingo por la tarde tal vez es el mejor tiempo para este tipo de experiencias.
El Pasagüero fue el lugar seleccionado para recibir a Micah junto a Lázaro Cristóbal Cómala en la capital. La gente llegó desde temprano para escuchar al oriundo de Durango que ya cuenta con una base de seguidores interesante que lo arropó y cantó a coro sus canciones costumbristas (y un tanto formularias). En realidad Lázaro no abrió, sino que fue un concierto doble en el que la primera parte Lázaro logró atrapar a un público convencido y entregado. Aunque el sonido fue algo fallido, defendió sus canciones y las versiones de Nacho Vegas y Roberto Carlos con solvencia.
Sin casi tiempo de espera salió Micah para arrasar con las emociones en casi dos horas de concierto y una veintena de canciones; que para agudizar la crudeza y lo emotivo salió a tocar solo con las luces blancas y su presencia serena. Fue él, su guitarra y la construcción de un mundo de detalles de páramos solitarios pletóricos de melancolía y, como él mismo expresó, cruzados por las tristezas. Aunque centrado en su mayoría en su más reciente trabajo, I Lie to You, también dio cabida a trabajos anteriores pero sin caer en los lugares comunes; incluso comentó por qué ya casi no tocaba canciones de su primer disco: es como escuchar a Led Zeppellin en mi adolescencia, dijo.
Desde los primeros acordes de “Ignore the Days” la gente guardó un silencio que se agradece encarecidamente; algunos acompañaban murmurando algunos versos de canciones como “Take Off That Dress for Me”, “The Days of My Youth” o la más conocida “Beneath the Rose” con la que cerró para regresar un par de canciones incluida el bellísimo cover a The Journeymen “500 Miles”. También tocó los covers a Destroyer y a John Denver, que sonaron, como alguien gritó, incluso mejor que las originales.
El acercamiento a sus trabajos anteriores lo hizo desde una acritud que exaltó los hilos más finos. “Seems Almost Impossible”, “When We Embraced” o “Stand in My Way” perforan cualquier orden y logran curtir espacios donde las armonías son pequeñas astillas. Micah exhibió su amor por las murder ballads, tocando un par, y dejando claro que en cierto horror también hay belleza. El concierto fue redondo, sin fallas; incluso la presencia de Lázaropara dos canciones funcionaron de maravilla. La voz de Micah, su suavidad y artificioal rozar la cuerdas operaron de maravilla entregando una luz de domingo.
